BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: AGUAnte Los Vilos - Pichidangui, Coquimbo - 2016 Residente: Familia Casa verde
Publicado: 17 de octubre de 2016
Después de la lluvia viene el sol

Fue un día ventoso ese lunes, veníamos de un temporal que empezó el fin de semana… lluvias y fuertes vientos, mas fuertes de lo normal porque en Pichidangui el viento es el elemento más importante, a veces incluso más atendido que el mar. Ese fin de semana mas bien hablaba por las cortinas y los techos de nuestra casa, tronaba y crujía mientras caía el agua. Todo estaba revuelto y vivo después de la lluvia, todos en la escuela andábamos revueltos y los niños lo demuestran—Ha sido un día difícil hoy, ve que la lluvia pone a los niños inquietos. Hasta hoy está anunciado el temporal— dijo el director antes de llevarme a la sala de clases.

Llegué ese día con una caja con materiales para empezar a  trabajar  con el primero básico en la hora de “taller” que tienen todos los lunes. Apenas me ven me reconocen varios y me dicen

—Tía! ¡Usted la del otro día!

—¿Va a estar con nosotros?!

Nos recordábamos, me abrazaron fuerte, eso me llenó el corazón  y pensé —ya nos conocemos,  ya nos demostramos cariño y alegría al vernos…—y sin darme cuenta  se lanzaron curiosos a “La caja”

   —¿Qué trae ahí tía?

       —¿Son pollos?

       —¡Mira un dinosaurio de juguete!

      —¿Qué es eso tía?

Repetían como abejas zumbando y revoloteando por mi cabeza mientras trataba de instalarme. Entonces la profesora Olga me dice: Se me hace pequeño el espacio con tantos niños, y son tan inquietos…  ¡siéntense! ¡no sean intrusos!, refiriéndose a la famosa “Caja” —le propongo que juntemos todas las mesas y las sillas en los lados para trabajar en el centro— le digo mientras ya se sentían las mesas y sillas rechinar con el suelo. Los niños estaban atentos, inquietos como niños, conversadores, curiosos energéticos—bien, están vivos, eso es bueno— pensé hacia adentro. Muchas veces me ha tocado trabajar con niños que ya no son niños, que por razones e injusticias de la vida han perdido esa curiosidad o esa inquietud por la vida tan propia de los más pequeños. Eso es triste y cuesta mucho sacarlos de ese lugar de no acción, cuando ya han perdido las ganas de jugar; estos niños no eran de esos,  si que estaban vivos y repletos de energía.

Niños vengamos al centro, ya les voy a mostrar lo que traje— les dije para que se alejaran de los materiales para trabajar. La clase de hoy tenía el objetivo de introducir a los niños a todo lo que se viene en las próximas semanas donde ya llegarán los demás artistas confirmados para realizar los laboratorios. Ya habíamos confirmado un taller de “Teatro de sombras” para el 3 y 4 de noviembre para todo el primer ciclo de la escuela. El laboratorio será con una artista externa por lo tanto la vinculación, inducción y mediación previo y durante su estadía será mi labor en esta primera etapa. Entonces ese día comenzamos jugando, conociéndonos, presentándonos y yo por mi parte ya haciendo el diagnóstico del grupo. Les mostré cómo funciona el teatro de sombras—¡Oooh una tele, miren una tele!— decían cuando prendí el teatrino que habíamos creado con una caja de desecho. Les conté las distintas historias que existen en torno a cómo nace y se desarrolla el teatro de sombras en el mundo y tuvieron la oportunidad de hacer los primeros experimentos con las sombras, con objetos, con sus manos, cuerpo y sus sombras,  jugamos a las adivinanzas entre todos, y al terminar nuestra clase nos fuimos con una buena impresión del grupo. Son inquietos, son dispersos, son curiosos, son niños y claro… lo importante es que el grupo solo necesita ser conducido, pero es un hermoso grupo de niños para trabajar y cada clase es un gran avance en el proceso.

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