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Residencia: Nuestro lugar de paso Colchane, Tarapacá - 2018 Residente: Francisca Jara (Valdivia, 1988)
Publicado: 28 de diciembre de 2018
Estar en frontera

A partir de la idea de diversificar la experiencia en el territorio y por fin abordar el tema de la migración en Colchane, logré concretar un encuentro con las hermanas de la misión “Estar en frontera”, hijas de la caridad de San Vicente de Paul, después de más de un mes de insistencia.

Estas hermanas dirigen un centro de acogida para migrantes ubicado en Pisiga Bolívar, es decir, en el primer pueblo pasando la frontera desde Chile hacia Bolivia.

La importancia de este centro radica en que es un lugar que recibe a la mayoría de inmigrantes ilegales que pasa por la zona desde o hacia Colchane. En general, y sobre todo en el último tiempo, corresponden a personas de nacionalidad cubana en busca de oportunidades en Chile.

De acuerdo al relato de las hermanas, las personas que llegan al centro son muy diversas, pero todas siguen el mismo patrón de conducta, al no quedarse en el lugar más de un par de horas. Generalmente buscan sólo descansar y comer un poco, para luego partir lo más pronto posible. El miedo a ser descubiertos es más fuerte que cualquier necesidad, además la mayoría ya ha recorrido largas distancias antes de llegar a la frontera, por lo que sólo desean llegar a Iquique a salvo.

Una de las hermanas, la hermana Paola (chilena), me cuenta que sólo durante el mes de diciembre han recibido alrededor de doscientas personas, por lo que la cifra de migración ilegal en este paso fronterizo es muchísimo mayor. Antes de esta conversación no había podido imaginar la situación que se vive en la zona en torno a este tema, que es visto por muchos lugareños como algo cotidiano e incluso una fuente de ingresos. Desde el traslado de inmigrantes hacia la frontera (por los “coyotes”), hasta el cobro de sobreprecios en alimentos y hospedaje en la localidad, pasando por engaños varios sobre cómo conseguir documentos de migración, es algo que se vive a diario en Pisiga Bolívar.

Imagino que en cada frontera del mundo la situación debe ser similar, pero al recibir relatos de primera fuente es difícil mantenerse indiferente, más bien, mi impulso primario es pensar en qué es posible hacer al respecto, desde un profunda empatía.

Por supuesto las hermanas de esta misión ya tienen un protocolo y múltiples experiencias que les sirven para manejar las emociones que surgen al enfrentar las cargas de cada encuentro, pero para mí sólo escuchar ya resulta abrumador.

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Además del tema “migración”, aproveché la instancia para preguntar sobre la relación de la iglesia católica con el mundo Aymara y el sincretismo cultural que se vive en la zona.

En general, el balance de las hermanas es positivo, sobre todo a nivel de respeto por la alteridad, participación y convivencia con las diversas comunidades que visitan, pero por supuesto hay excepciones que reafirman un poco mis propias apreciaciones, en lo que refiere a prácticas que se asocian al credo católico en comunión con la cultura Aymara, las cuales han dejado de lado sus sentidos tradicionales y hoy se han transformado en escenarios para demostraciones de poder político y principalmente económico (como ocurre en la mayoría de fiestas de los Santos patronos de los pueblos de la comuna de Colchane y frontera boliviana).

Esta opinión, lejos de sorprenderme, resulta bastante recurrente, sobre todo para quienes somos y nos sentimos ajenos al territorio, posicionándonos a diario más como observadores participantes de la vida que transcurre en estas alturas.

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Tras cuatro horas de visita, con almuerzo incluido y la revisión de algunos documentos de registro, volví a Colchane con la sensación de tener muchísima información por procesar. Una de las cosas más significativas de este encuentro fue volver a mirar Colchane, esta vez desde la idea de “un lugar que cambia vidas”. A partir de este concepto, Colchane es mucho más que un lugar de paso, es un punto de partida y un refugio, en donde se deja una historia para construir una nueva. Este lugar tiene entonces la capacidad de resignificar, y esto no sólo aplica al migrante, sino a todos quienes llegamos hasta aquí.

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Finalmente, cabe señalar que entre las muchas actividades que las hermanas realizan, está la visita constante al paso fronterizo para captar personas en situaciones vulnerables por su calidad de refugiados o ilegales. En torno a lo mismo, se me presentó la oportunidad de conocer esta parte del relato, acompañando a la hermana Paola en su labor durante los próximos días.

Pasando el primero de enero, tomaré la oferta, porque ahora durante el fin de semana y el feriado, no habrá servicios disponibles ni opciones de alimentación para mi estadía en Colchane, razón por la que decidí finalmente viajar fuera y pasar año nuevo en Iquique.

(Si bien me fue permitido tomar algunas fotografías de la casa de acogida, finalmente opté por sólo sacar algunas de contexto para no incomodar a sus residentes).

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