BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: El repliegue de Palmilla Palmilla - San José del Carmen, O'Higgins - 2017 Residente: Carlo Mora
Publicado: 6 de noviembre de 2017
Guatsap

Llegamos a la plaza a las 19 hrs. Lo primero que vemos al bajarnos del auto es un cielo anaranjado con nubes deshilachándose. Antes de ese momento figurábamos organizando las semanas venideras ya que comenzaremos pronto con las visitas del exterior y las sutiles acciones que esperamos detonen ciertas reflexiones colectivas sobre El Huique, este cielo nos detuvo un rato y nos devolvió a las plazas de los 80’s, a las tardes jugando a la pelota, lo comentamos.

Enviamos mensaje al grupo de WhatsApp para reunirnos acá, la idea nuestra es conversar sobre el mural que llevan mucho rato tratando de hacer y que desde que llegamos apareció como una posibilidad de trabajo con los chicxs. Al respecto, siempre les hemos aclarado que este programa de residencias no es una instancia de “talleres” o “clases” de algo, tampoco es beneficencia, hemos recalcado el carácter reflexivo y colaborativo, hasta el momento no tenemos certeza si nos han entendido lo suficiente o si nos hemos explicado lo suficiente. La comunicación es compleja por todos los factores imaginables e inimaginables, pero en el grupo de WhatsApp algo se transparenta, desde que nos añadieron ingresamos a una instancia de comunicación que tanto desde su formato –una larga sabana con 40 mensajes en 1 minuto-, los emojis, las fotografías, los mensajes de voz, nos interpela como observadores de todo esto. Ahora pienso ¿qué tanto de colaborativo hay en este chat?, ¿se puede entender lo colaborativo desde este grupo en WhatsApp?, ¿de qué manera un diálogo entre varios, un acuerdo, es un proceso colaborativo?, claro, una cosa es lo colaborativo en sí y otra es devenir en modulación formal simbólica legible desde la esfera estética, o del Arte Colaborativo.

A la fecha, llevamos más de un mes junto a los chicos y avanzamos más lento de lo que esperábamos. Hemos analizado el devenir de esta relación y como llevarla sin presionar tanto y al mismo tiempo, evitando el “dejarse estar”.

Tenemos temporalidades arraigadamente diferentes, digo, para ellos conversar 1 hr. sobre el mismo tema no implica necesariamente una pérdida de tiempo, o estar gran parte de la tarde sentados en la plaza sin más, conversando a ratos o jugando a la pelota, pareciera no significar ningún tipo de contratiempo, es más, al parecer responde a la lógica del “tempo juvenil”. La mayoría de ellxs está en una etapa de transición, algunos trabajan, otros estudian, otros se preparan para la PSU, otros van al colegio o ya terminando su etapa escolar y eso los hace un grupo de trabajo disperso. A la dificultad de reunirlos a todos se suma la diversidad de intereses, o la dificultad para definir y expresar sus propios intereses. A veces todo se vuelve muy general, muy a grosso modo, es decir, cuando hemos intentado hilar fino en algún problema o asunto específico del grupo en relación a la comunidad o ellos mismos en tanto grupo, todo queda en una marea de generalidades, de lugares comunes sin mayor profundidad. Creo que hay un asunto de confianzas que no se ha resuelto, creo que las actividades que planificamos y no resultaron (como la controversia rapero vs payador) mermaron la relación.

Nos sentamos en el escenario al aire libre, una estructura de concreto con jardineras de ladrillo por el borde. Esperamos, mientras vamos a comprar “maravillas” también conocidas como “pipas”, 4 bolsas. Esto de comer semillas tostadas se ha vuelto una costumbre. Llega Benjamín que vive frente a la plaza, conversamos un poco, silencio, otro poco de diálogo, silencio, comemos “maravillas”, silencio. Llega Tomás y Daniel, nos saludamos les ofrecemos “maravillas” conversamos sobre lo que han hecho estos últimos días, el colegio, etc., de casualidad por la calle lateral a la plaza viene Brandon con 2 chicas que son del grupo y que nunca han asistido a las actividades que hemos realizado, se acercan y comenzamos la “reunión”. Les exponemos nuevamente nuestro punto acerca de pintar el mural, que esta residencia no es beneficencia, tampoco se trata de “talleres” y que les podemos ayudar a pensar las imágenes, a conversar sobre el imaginario y lo que quieren visibilizar, es lo que hemos intentado hacer en varias ocasiones pero no ha sido fructífero, un día avanzamos 2 pasos al día siguiente retrocedemos 3. Ellos nos exponen sus inquietudes, que no tienen materiales, que no tienen permiso del dueño del muro, que los que están encargados del diseño no han avanzado, que no todos saben pintar. A la luz de esta conversación nos vamos con la incertidumbre total, tenemos que nuevamente replantearnos esta relación y buscarle por otro lado.

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