BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Amplificando caudales Quilleco, Biobío - 2018 Residente: Carolina Opazo
Publicado: 16 de diciembre de 2018
Hay que dejar fluir las aguas para que se amansen…

Este es un relato de poesía y pasión, de movimientos ágiles y ligeros sobre el campo, y caídas estridentes sobre las piedras.

Raquel Becerra, la hija del viento, con cada experiencia comienza a escribir su canción.

Hoy Raquel vive en Los Ángeles, pero su infancia fue en San Nicolás, sector del Ollo a unos 500 km de Cañicura. Comenzó a cantar a los 9 años, para fiestas como la de San Juan. Sus padres invitaban a cantoras y a todos los empleados, ellos llegaban con flores y velas. Se preparaba estofado en un sartén de fierro gigante y mucho vino. En las mañanas antes de la partida de las visitas, su padre abría una pipa de vino para preparar el puchero, el mañanoso, y con esto, antes de marchar, las cantoras subían a sus caballos con sus guitarras y comenzaban a entonar canciones: Pajarito divertido, de verte fuera derecho y pajitas de amores hiciera nido en tu pecho. Ja ja ja, y hasta cuando me martirizas la suerte, como querés que yo viva si estoy privada de verte.

En las fiestas no podían participar los niños, a ella la enviaban a una de las habitaciones más lejanas de la casona, y desde allí escuchaba cantar tan lindo, pero tan lindo!, especialmente a la señora Fresia Almendra de Santa Cruz que cantaba unos trinaos, hacía hablar la guitarra: Fuiste mi primer amor, tú me enseñaste a querer, no me enseñes a olvidar, porque no voy a aprender.

La historia de Raquel en el campo junto a sus padres fue muy feliz, nos cuenta de que salían en carretas guiadas por bueyes a un raudal del río Cañicura, allí lavaban frazadas y después se bañaban los animales, los bueyes y caballos, ella se sostenía de la cola de los caballos y se dejaba guiar por ellos en las aguas. Lavaban la lana en los canastos y la dejaban secar sobre las piedras, para luego en su casa a orillas del brasero contando cuentos la escarmenaban e hilaban con usos. Su amiga Mariquita hacía con telar frazadas y mantas.

Al río Duqueco también se iban a bañar, bajaban por un camino angosto desde donde los González, y se dedicaban a cruzar de lado a lado el río nadando, a veces la correntada los llevaba, la misma que ahora dicen que lleva un hilito de agua.

En el campo hay muchas historias, en una de estas que nos relata es cuando su hermano Pello vio un ángel que cruzó de cerco a cerco en el camino, traspasando los cercos y desapareciendo luego, los cercos tenían nombre, este era el cerco Buenavista. Cuando su hermano vio esto la llamó, la abrazó, y la tomó de la mano pidiéndole que no lo soltara,  andaban buscando sus ovejas y decidieron devolverse y dejarlas. En otra ocasión cuando su hermano se casó, viajaron todos a Quilleco en caballos, y cuando pasaron por el cerco Buenavista habían dos sábanas blancas colgadas, los caballos se detuvieron y no querían avanzar hasta que las sábanas desaparecieron por arte de magia, esto lo vio ella, su hermano y toda la gente que iba.

También nos contó sobre un hombre llamado Felidor que se encontraba en Marileo destroncando un árbol, al tirar el tronco con los bueyes vio una tremenda culebra gorda, ya cuando sacó el tronco no había nada, y siguió escarbando para quitar las últimas raíces hasta que encontró un metal, se trataba de una olla que se abría al revés, al destaparla vio algo que brillaba tanto con el sol que la cerró y le puso tierra. Luego de esto, Felidor fue donde su madre ya de noche, ella no quiso abrirle, entonces por la ventana le pidió dos reales, le contó lo que le había sucedido, ella no le creyó la historia que le contaba, pensó que andaba curado, pero finalmente le pasó los dos reales. Después Felidor sacó la olla y la fue a enterrar a un canalito de Pajarilla que ya no existe, se secó. Este señor comenzó a hacer alarde de lo que le había sucedido y finalmente murió quemado. La señora Raquel piensa que pudo haber vendido su tesoro por pocas monedas o vino.

Otro relato que nos contó Raquel fue que en los Puquios había un raudal muy oscuro y verde, con aguas dormidas, la gente no se iba a bañar ahí porque le tenían miedo, decían que ahí habían cueros del agua. Según las historias, los cuero de agua chupaban con el aliento a las personas, después las encuentran secas río abajo. Una señora fue a lavar al río y dejó su guagüita sobre un cuero muy limpio y cuando se dio vuelta, no estaba el niño ni el cuero. Los cueros de agua eran cueros de animales que la gente lanzaba al río y cobraban vida en este. Ella no lo puede asegurar. Nos cuenta Germán al medio de la conversación que los Puquios son construcciones incas que tienen por finalidad acumular agua.

Los raudales son donde hay mucha agua acumulada, estos raudales van pasivos, parece que está detenida el agua, pero va corriendo, y en esos raudales, ahí, hay algo escondido abajo, siempre en las historias han hablado que en las aguas detenidas verdes y tapadas con muchos árboles se esconde algo peligroso y la gente no puede acercarse, porque habrían de tirarse al raudal si saben que nunca más van a salir, ahora no se ven esas aguas, en Quilleco tienen que quedar algunos, más de un remanso tiene que haber.

En Cañicura vivían unas tías abuela de  Raquel, habían unas casas a la orilla del río, y una noche cuenta que ellos estando tranquilamente durmiendo vino un aluvión y arrastró el corral de ovejas, un colmenar con 200 cajones de abejas, todo lo que pudo, y solo dejó la casa habitación, al levantarse todo se lo había llevado el río. Hasta ahora en el lugar no ha salido mucha vegetación, porque debió ser algo muy caliente que bajó, de hecho quedó una huella que su tata fue a ver. Raquel lo explica diciendo que la gente antes en su ignorancia enterraba mucho dinero, sobre todo en las cuevas que hay por ahí, había mucha carga de dinero, y como nunca se sacó, se lo llevó el río. Al haberlo encontrado una persona no lo habría podido sacar porque debió tener muchas cargas. Los chilenos somos ricos en oro, en plata, antes la gente no se interesaba en sacar un entierro, le daba miedo, es encontrarse con la muerte, Felidor se encontró con la muerte. Él sacó el entierro y se lo trajo por pajarilla, que es afluente del Cohiueco. Más tarde murió.

También conoció a un caballero que se llamaba Sergio Castillo, siempre andaba con una picana al hombro y una bolsita. Sergio les compró con monedas, con mucha tierra, una máquina trilladora, seguramente enterraba su dinero. Él debe haber dejado mucha plata, no tuvo hijos. Para Raquel el dinero es un medio para sobrevivir, ella teniendo su comida y pudiendo compartir con el otro es feliz, una vez a la semana comparte su comida con unos misioneros extranjeros, eso la hace sentir feliz, además tiene un negocio andante, un carrito con cajas plataneras, un cooler, un termo, y vende en la vega de Los Ángeles sopaipillas. Hizo una cueca de las sopaipillas y una de Quilleco. También tiene un corretiado “Mirando al río”:

 

ay quien no ha estado a orillas de un río

mirando el agua al verla correr

ay quien no ha estado a orillas de un río

recordando amores que no han de volver

 

estribillo:

ay si mezcláramos el agua y el amor

agua de vida y amor de pasión

 

ay vida mía

si escuchas mi canto, canto de pasión

ay vida mía si tú lo escucharas

sabrías que siente este corazón

 

ay tardecita

no dejes que esconda el sol por favor

mira que triste

y oscura es mi vida desde que marchó

 

Entre conversaciones nos dice:

No más represas! los extranjeros vienen a destruir nuestra naturaleza que es tan hermosa, no se puede hacer nada en contra de eso. Claro que viene mucho turista, pero yo habría dejado tal como están las cosas. Imagínese el volcán Antuco y su laguna. Que es un pez precioso, además de los pescaditos en la sierra cuando va a llover (las nubes). La laguna desde arriba se ve como un pez, pero ahora tiene muy poca agua. Mi padre cuando estaba vivo, cuando era niña, me decía: mi ñatita nosotros quizás a qué país vamos a ser vendidos, y claro no estaba equivocado.

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