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Residencia: Apuntes para nombrar una huerta en Mataquito Hualañé - La huerta, Maule - 2016 Residente: MUCAM + NODO
Publicado: 10 de diciembre de 2016
Hoyo común

Sábado. Desde la cantada chirriada de los gallitos de la pasión que viven también en esta residencia nos levantamos en fila de indio para salir contentos y con fuerza de Hércules, le tocaban a cada mucamito tareas transcendentales: ir a  mariscar al mercado de Curicó, otro, ir en busca de los músicos de Chiloé que esperaban en Talca, los hermanos Cesar y Jorge Gómez, uno fiscal religioso chilote y el otro solo músico, ambos estudiosos del canto tradicional. Entretanto  los preparativos para la comunidad. Las tareas comenzaron a las 6:30 am y volvimos a reunirnos todos en el jardín de la parroquia a las 11:00 am. Los cantores chilotes, el Poeta, los mucamitos, algunas personas de la comunidad los con más entusiasmo de cooperar, y aquello que nos convoca este día, el hoyo… “el hoyo comunitario, el Gran Curanto al hoyo”…

Al empezar dimos la bienvenida a las personas que llegaban, un poco temerosas y distantes de lo que pasaba, pero ante nuestra complacencia con los seres de la comunidad ellos mostraron voluntariosa preocupación por participar en los preparativos, miraban curiosos el hoyo que sería para el curanto, ya que nadie había participado en alguno y no lo conocían. El Cheff, Sebastián Leal del restaurante SEBAGO de Hualañé, quien hizo el cocimiento a la olla (para no perder el juguito de los mariscos) estaba resguardado por un grupo de damas, todas ellas con sus cuchillas afiladas, picando cebollas, pelando papas y ensaladas –vaya mezcla de colores-, la escena desde lejos parecía la de un rey medieval flanqueado por princesas, las que alegremente preparaban el festejo.

El mar hizo presencia con sus exquisitos mariscos y la Huerta de Mataquito con sus hortalizas, aportando agradables aromas, complaciendo la vista.  Suavemente, de fondo, comenzó a sonar una guitarra y la poesía cantada de un hombre de la tierra verdadera, Alfonso Rubio, campesino del rulo como se proclamó. Nos enseñó con su canto el afecto y respeto por el amanecer, el atardecer y la valoración de la labranza ¿…cuantas horas tiene el año, y que gruesor tendrá la tierra, caerán cuantas goteras en un día de aguacero, cuantos fueron los dineros de oro y platas sellados, por montes cerros y prados que animal pasto primero…?

El sol estaba al medio del cielo cuando llegó un bus con gente de los cerros, más nuestro simpático  animador, compinche y amigo de la comunidad, Héctor Pierola, quien por ser lugareño sabía muy bien cómo y qué decir.

Sacamos los palos que calentaban el hoyo y pusimos una capa completa de hojas de repollo sobre las piedras calientes, luego, los mariscos, choritos, choros maltones, almejas; luego, otra capa de hojas y la carne de chancho ahumada, tutitos de pollito (¿eran gallinas de la pasión?); finalmente otra capa de hojas y tapamos todo el tumulto de alimentos con grandes trozos de plástico más las champas de pasto verde. En todo esta labor nos ayudaron los niños, algunas chicas jóvenes y los adultos, todos querían tapar el hoyo, todos querían sacarse fotos, así que se codeaban y empujaban para lograr la mejor selfie. Al curanto, le dimos una hora y media de cocción.

Entre idas y venidas asistieron mas de 100 personas, muchos de ellos venidos desde localidades cercanas ya que hicimos correr la voz por intermedio de la radio local –radio Renacer de Hualañé- y porque le encargamos a nuestros colaboradores locales que visitaran e invitaran personalmente a gente de Los Coipos, Caone, Peralillo, Remolinos, Hualañé, Villa Prat, Barba Rubia, Orilla de Navarro, Orilla de Valdés, así es como se armó un grupo heterogéneo en todo sentido, muchos jóvenes y niños, más que en el cabildo anterior lo que nos deja muy satisfechos. Quizás esta mezcla de generaciones fue lo que inyectó mucha vitalidad al suceso, la gente bailó, conversó, comió y compartió alimentos y bebidas que traían desde sus casas. Nos dimos cuenta de que a muchos no les gusta esta idea de todo gratis, es raro, porque no es gratis, parecen no saberlo y si lo saben no les importa, el dinero que financia estas actividades viene de los impuestos que recauda el estado a través de cada compra que hacemos o cada actividad comercial que realizamos. La literatura crítica suele señalar que ya no somos ciudadanos, que ahora somos usuarios, o contribuyentes, o consumidores, o clientes, y no voy a negar la relación entre el lenguaje y los hábitos, entonces, en este punto es donde cobra sentido la pregunta que venimos arrastrando desde Santiago cuando ideamos nuestro proyecto de residencia ¿hay comunidad? ¿es posible una comunidad? ¿o lo que hay es un grupo de consumidores organizados, regulados?. En este ámbito de la producción se habla de industria cultural, precisamente por lo mismo, porque la institucionalidad –el estado- cayó en cuenta de que la generación simbólica también se puede explotar económicamente y ahí tenemos a las editoriales, las galerías de arte, el turismo ecológico cultural, las maratones, el completo más largo de Chile, las vendimias, los festivales de música, es decir, prácticamente todo lo otro que no cabe en la televisión o en la radio. Pues probablemente luego terminada la residencia pasen meses, años y pensemos de otra manera todo esto, siendo honesto, tengo la sensación de que más que un proyecto nos propusimos un problema, algo que pusiera a prueba nuestra capacidad de realizarnos, de comunicarnos, de pensarnos. Estos cabildos en torno a la sensación física, química, emocional, memorable que despierta la comida, han tensionado nuestros mundos, cuando pensamos en visibilizar el concepto de frontera nos referíamos precisamente a contrastar todas las ideas, las propias y las ajenas. Esto solo nos lleva a más preguntas, pero bueno…

Mientras tanto. ¡Que siga la fiesta!

“Los músicos de Chiloé”, el señor Fiscal de ceremonias y ritos religiosos junto a su hermano erudito en la historia del canto. Guitarras, voces y acordeón ¡¡ Cuecas, tonadas y rancheras ¡¡¡.

“La Violeta del Mataquito” nos animaba cantando canciones que le había enseñado su mamá, también cantora.

“Jonny Soto”, quien tenía la carretilla llena de canciones y madejas mentales.

“Los jóvenes de Villa Prat”, quienes nos hicieron bailar con cuecas y corridos.

Finalmente cantó Alfonso Rubio, quien al abrigo de su guitarrón agitó suavemente el espacio denso y alargado. Nos emocionamos recordando lo ocurrido durante la jornada, nos despedimos de las gentes quienes también nos hablaron a través del micrófono, hablaron de lo vivido y nos agradecieron, nosotros les agradecimos de vuelta…

Por Ivonne Acosta, Carlo Mora.

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