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Residencia: Bitácoras de Encuentro (Historias y desplazamientos de Nueva Esperanza) Población Nueva Esperanza - Arica, Arica y Parinacota - 2018 Residente: Claudia Del Fierro
Publicado: 20 de marzo de 2019
Observaciones finales, desde el afecto. Documental

Luego de volver a Santiago, queda la postproducción de color del documental Historias del Terminal, hecha por Marco en Arica, y afinar algunos detalles de audios por mi parte. El documental ha quedado listo, revisado y comentado por las realizadoras antes de partir del territorio. En las últimas conversaciones en Arica, acordamos que será bueno dejar el material en las mejores condiciones posibles, ya que hay planes de difundirlo en plataformas online y muestras locales de video. Cerramos el proyecto una vez que está lista la posproducción y enviado a las realizadoras. De la escuela sólo nos llega la noticia de que una profesora planifica modificar el mural porque le parece que uno de los dibujos es violento. Se refieren a la escena de narcos con un arma que dibujó Joel. No podemos hacer mucho al respecto, ya que la profesora con quien trabajamos está de vacaciones y el director ha sido cambiado. Lxs jóvenes de 8vo básico pasan a 1ero medio en distintos liceos (no todos), y esperamos tener contacto con Paola nuevamente en marzo para saber qué pasó. De alguna forma, aunque el mural desaparezca con el tiempo, sabemos que al menos algunos de sus creadores sintieron la libertad de expresar la realidad de la población.

Historias del Agro, Historias del Terminal

Releo mis notas de las conversaciones con Marta, Judith, Claudia, la señora Ana, para hacer un resumen y evaluación de todo el proceso con ellas. Si bien nos juntamos de a pocas y por momentos, la profundidad de los comentarios y el compromiso con el proyecto fue creciendo. Hubo finalmente, un sentimiento de apropiación por parte de ellas que comencé a observar cuando se hablaba del proyecto a otra gente. Claudia, por ejemplo, que parecía siempre un poco distante y ocupada con sus quehaceres, les contó sobre el video a las otras mujeres del campamento en diciembre, y por primera vez vi hasta qué punto se sentía partícipe del trabajo en colaboración. Así mismo Marta y Judith, al presentar el material en el jardín, invitaban a participar y generar más instancias como esta (14 de diciembre), aunque – todas tenemos mucho trabajo y poco tiempo, para conocernos, para compartir (4 de enero).

Revisando mis notas del inicio del proyecto y los primeros acercamientos al grupo, nunca me hubiera imaginado que lograríamos realizar un cortometraje documental. Un total de 20 adultos participaron, entre realizadoras, entrevistados y otros que ayudaron a gestionar y difundir. Aparte de las niñas y niños, hermanos mayores de los bebés del jardín que acompañaron y fueron camarógrafos y entrevistadores. Si bien el proyecto no fue masivo, en el sentido de que no participó toda la comunidad de la población, si fue colectivo y su desarrollo totalmente participativo. No hubo por nuestra parte una idea original o guión a priori, sino que todo el contenido y mapa de ruta para las filmaciones surgieron de las ideas de las participantes y entrevistadas/os. La metodología de trabajo la fuimos adaptando en la medida en que podía entender el tiempo, ritmo e iniciativas de las madres. Por motivos de tiempo y complejidad de la tecnología, no pudimos involucrar a las participantes en el montaje mismo del documental, ya que el proyecto no contemplaba ni tenía como objetivo capacitar a las participantes. Teníamos alrededor de 8 horas de material, lo cual equivale a muchísimas horas de trabajo de edición. Sin embargo encontramos una forma participativa de armar un guión para el montaje, a partir de fotogramas impresos en papel y conversaciones.

Falta de lugar

La primera etapa y actividades planteadas en el proyecto contemplaban la creación o adaptación de un espacio de trabajo para el proyecto. Pensábamos que era posible realizar esta tarea en algún espacio público (como la Junta de Vecinos, la cancha de volley o la plaza) con la participación de agentes claves de la comunidad y personas que quisieran sumarse al proyecto. De esta forma tendríamos un lugar fijo y abierto que fuera visible en el barrio. Esto no fue posible, principalmente porque no logramos trabajar con la junta vecinal que visitamos en las primeras semanas (N51), no pudimos hacer un vínculo con la organización de jóvenes deportistas, y porque las condiciones para construir o habilitar un sombreadero en la plaza, sin protección durante la noche, no eran factibles. Hicimos algunos intentos en conjunto con Servicio País, para habilitar un patio de la Junta de Vecinos, pero las relaciones con la directiva del momento no eran buenas y no había certeza de poder tener acceso al espacio de forma regular. Después no hubo más voluntad de colaboración con Servicio País al respecto. Como tampoco conseguimos encontrar un lugar donde hospedarnos en la misma población, nuestra presencia en el barrio no fue tan constante como hubiéramos querido. Ante esta situación, el espacio que nos proporcionó el jardín fue la mejor solución para poder comenzar, pero en horarios 3 a 5 pm días de semana y para trabajar en el proyecto realizado con las madres del jardín. Entonces fueron las condiciones del espacio de trabajo y vivienda las que determinaron en gran medida el impacto de nuestro proyecto. Esta situación fue remediada porque las participantes decidieron trabajar el proyecto en el Agro y esto nos abrió el espacio del mercado (público) donde relacionarnos y transitar. Nuestro contacto con el Campamento Esperanza 2001 llegó hacia la mitad de la residencia y sólo entonces logramos conocer a las dirigentes de su sede, pero para entonces ya se acercaba el fin de año y no tenían mucho tiempo. El trabajo en la escuela fue un proceso acotado a un curso de alumnos y también normado por los horarios de clases. En el caso de la actividad Agrovisión, tuvimos una convocatoria inesperada y un trabajo muy fructífero con el grupo de niñxs, lo cual en gran medida se debe a que ya llevábamos casi 3 meses conociendo a las familias y el contexto del Agro.

Contexto urbano

En este sentido importante mencionar que son las características del territorio las que determinaron las posibilidades de accionar en él. Nueva Esperanza es un contexto urbano, es una población periférica de Arica en donde la gente que la habita se desplaza a trabajar, estudiar o habitar por temporadas en otros sectores de la ciudad y de la región. Es por esto que para nosotros, al no trabajar con una agrupación vecinal, no teníamos mayor acceso a conocer a los vecinos en profundidad. Mucha gente de Nueva Esperanza pasa el día en otro sector de Arica en su trabajo, y también hay una comunidad de habitantes que son familias del interior que bajan a Arica por temporadas. El Agro es un núcleo importante de Arica, pero no toda la gente que trabaja en el Agro vive cerca. En definitiva la mayoría de las personas con quienes trabajamos, apoderados y niñxs del jardín, trabajadorxs del Agro, no se reconocían como habitantes de Nueva Esperanza. Estas características del lugar no estaban contempladas en un inicio y tampoco figuraban explicitadas en el diagnóstico inicial. Imaginamos que en lo rural, si bien hay muchos otros desafíos, existe otra proximidad con los habitantes. Muy distinto sería realizar un proyecto en una comunidad acotada en donde se puede acceder a conocer a los vecinos desde un principio.

El sentido del tiempo

Arica es lento, pensé en un inicio. La llegada a Arica fue lenta, ya que me encontré en una ciudad extendida, con distancias grandes y horarios muy diferentes. Cada día la ciudad para durante algunas horas para el almuerzo, el comercio cierra, mucha gente va a su casa. El ritmo del Agro comenzaba de madrugada y ya a las 3 de la tarde estaba menguando la cantidad de gente y actividad. Arica es también un lugar lejos de Chile en cierto sentido. Hay más relación con Tacna que con Santiago, muchos habitantes transitan también hacia La Paz con regularidad. En el caso de los feriantes y agricultores del Agro, hay una estrecha relación con las comunidades del interior y con los valles. Estos factores también determinaron nuestra capacidad de acción. En un principio habíamos proyectado trabajar durante el mes de febrero en el territorio, pero nos dimos cuenta que tanto los participantes de la escuela como los del jardín ya no estarían congregándose y comenzaba la dinámica del verano en la ciudad volcada al turismo y al carnaval. Por esto también tuvimos que replantear la planificación del proyecto. Nos hubiera gustado tener más tiempo, pero ya no podríamos volver en marzo por otros trabajos que estaríamos realizando.

Las historias del terminal seguirán circulando, ya tienen vida propia y esperamos que existan otras instancias para volver a encontrarnos con el Agro y las familias que participaron.

 

Aquí el documental final

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