BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Gráfica textil agrícola. Pozo Almonte - Las Quintas, Tarapacá - 2016 Residente: María Lorena Figueroa Reyes
Publicado: 29 de noviembre de 2016
Tardes de videos de animación y cultura aymara

Como he ido mencionando en las bitácoras anteriores, al trabajar con mujeres artesanas se fue incorporando un nuevo actor a la labor colaborativa de mi residencia. Los niños y niñas que habitan este sector se han tomado las jornadas de trabajo y han pasado a ser parte fundamental del proyecto, acompañando a sus madres, abuelas o hermanas en lo que ellas estaban haciendo.

Con ellos me encuentro dibujando y pintando la iconografía aymara. Se me hacía importante vincular este trabajo manual con otro tipo de reflexiones, por lo que busqué material para poder guiar el trabajo que estábamos haciendo. La idea fue que ellos se encontraran con esas mismas formas, graficas e iconografía, pero que esta vez la vieran en movimiento, con el fin de poder incidir en su pensamiento de manera dinámica, utilizando herramientas pedagógicas más integrales.

Les presenté un material visual compuesto por varios cortometrajes que encontré en internet con apoyo del municipio, ya que me dijeron que existía mucho material y lo mejor de todo, realizado por autores regionales, que involucraban el contexto territorial. María José Capetillo, arqueología de la municipalidad, me ayudó a descargar todos los videos para llevarlos a la sede de Las Quintas.

Los niños y niñas se entretuvieron mucho viendo los videos, nos reímos y disfrutamos, y además el material audiovisual nos ayudó mucho ya que aparecían muchos elementos que ya habíamos comentado y dibujado como el kunturi y la suri abuela, entre otros.

Estamos reivindicando su identidad aymara en cada sesión. Es tanto lo que hemos reflexionado en torno a su cultura, que cada vez que llegan se amontonan para contarme de los temas que hablan en su clase de aymara del colegio; me enseñan nuevas palabras, o llevan sus cuadernos y trabajos para mostrarme lo que ellos han ido aprendiendo.  Las mamás me comentan que esto es muy distinto  a lo que vivieron ellas. En los colegios del territorio hay una clase especial donde se estudia la cultura aymara y los niños y niñas reciben mucho material que apunta a que vuelvan a incorporar su lengua materna en el cotidiano. A diferencia de las otras generaciones, que eran obligadas por el contexto político/social a esconder sus raíces, olvidar su cultura y mimetizarse de la mejor manera posible con la cultura hegemónica nacional.  Es una medida reparatoria que aún no ve completamente sus frutos, el daño que cada país nación no plurinacional le hace a los pueblos indígenas que se desarrollan en su territorio es mucho, la violencia simbólica sigue presente, pero con estas pequeñas cosas esperemos que el escenario pueda cambiar.

Creo que incorporar a los niños y niñas fue algo muy importante. Si bien es agotador, porque tengo que dividir mi energía en lograr objetivos con dos grupos de creadores; las madres artesanas y los hijos e hijas artistas, ha sido un desafío muy especial. Además, siento que lo que hemos ido logrando es algo importante, de algún modo siento que los niños y niñas valoran este espacio, porque acá se sienten escuchados, sienten que hay algo en común, algo que va uniendo a cada uno de ellos con el resto de sus vecinitos y vecinitas.

Lo que pasa es que mientras trabajamos en la residencia, todos los que estamos ahí nos sentimos aymaras. Ellos lo son y yo no. Pero cuando estoy aquí tampoco estoy tan segura de no pertenecer a esa identidad. Entiendo la espiritualidad y cosmovisión de este pueblo originario, así como entiendo y admiro a todos los otros pueblos originarios de América Latina.  Al ser mujer y mestiza de este continente, siento que por mi sangre corre sangre de todos estos pueblos originarios. Valoro su sabiduría y la incorporo. Admito la violencia con que han sido tratados y reivindico sus luchas. Entiendo su historia, porque un poco de ella, es también mi historia. Y por ende trabajo por hacer crecer el respeto y valor de su identidad.

Son las constelaciones las que guían nuestros pasos. Estos niños y niñas me lo hacen ver. Juegan con mi tatuaje cada vez que se lanzan a mis brazos para que los gire, se entregan con pasión al trabajo que realizamos y pareciera ser que en cada figura que pintan, dejan también un poco de los colores de su alma.

Para ellos y ellas todo es vida. Y fue muy buena idea celebrar eso con estos videos donde la animación, pone vida a sus propias historias, coloridas y musicales. Doy gracias porque ellos se hayan tomado la residencia y sean tan defensores de sus opiniones. Incluso, para decidir el diseño de la arpillera que haremos con las artesanas, ellos propusieron diseños y entre todos los niños, las niñas y las adultas hicimos una votación y aprendimos un poco sobre lo que era la democracia.

El trabajo colaborativo y en comunidad con los niños y niñas funciona muy bien y eso ha hecho que sus madres se vayan acercando poco a poco a las actividades que planeo para ellas. No lo tenía previsto, sin embargo este nuevo actor; los niños y niñas de la comunidad, fueron lo que dio fuerza a este proyecto. Es que son los nuevos brotecitos de esta cultura, que busca no perderse en el caos de la modernidad.

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