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Residencia: Revitalización del Valle de Lluta Arica - Lluta, Arica y Parinacota - 2017 Residente: Colectivo Trashumantes
Publicado: 29 de octubre de 2017
Trekking a la estación abandonada

Conocimos a Gonzalo Garisto, un joven lluteño que mantiene las tradiciones antiguas de su familia realizando la elaboración de quesos artesanales en su parcela, ubicada en el sector alto del valle. Pero además de ayudar en los quehaceres del campo a sus padres, Gonzalo estudia en Arica la carrera de Turismo. Es por esto que nos invitó a hacer una ruta de trekking hacia una estación del tren Arica – La Paz, que se encuentra abandonada desde que el tren dejó de hacer ese recorrido. Nos entusiasmamos mucho con la idea de realizar esta expedición porque a todos nos gusta caminar, sobre todo al Nico, que además de ser Técnico Audiovisual, es Guía de montaña, y como no habíamos tenido oportunidad de hacer un trekking en todo el tiempo que llevamos acá, ya que no conocíamos ninguna ruta, nos motivamos rápidamente con este panorama.

Llegamos el día domingo bien temprano al sector donde comenzaríamos nuestra caminata, Gonzalo nos señala una ladera sur del Valle de Lluta y nos dice como referencia que hay que llegar hasta donde hay una torre de alta tención, más o menos tres horas caminando en subida. Nos enfrentamos entonces a la difícil tarea de subir, los cerros de Lluta son en su mayoría de arena suelta, parecido a una duna, por lo que nos enterrábamos en algunas partes haciendo más difícil avanzar, pero con ánimo seguíamos para adelante. Además había otro enemigo: el sol del norte, que al poco rato te hace doler la piel si no te echas bloqueador.

Después de tres horas de esfuerzo, y sin ningún momento de sombra, llegamos hasta arriba, apareció entonces la estación de tren abandonada conocida como “Central”. Es realmente un oasis en medio del desierto, hay árboles grandes, incluso antiguas palmeras, se ve un teatro, muchas casas pareadas, una casona grande, la estación antigua, incluso una pequeña virgen en una gruta. Pero todo está abandonado, estando presente el paso del tiempo y del olvido.

Los únicos habitantes de este pueblo fantasma son siete carabineros y sus dos perros, que viven en la absoluta soledad del abandono. Nos llamó la atención, qué hacen unos carabineros en un lugar donde no vive ninguna otra persona? entonces nos acercamos a ellos para conversar. La comisaría es el único lugar de “Central” que se mantiene en perfectas condiciones, por ejemplo el pasto se nota que lo riegan casi todos los días a diferencia del descuido presente en el resto del pueblo. Amablemente nos invitaron a pasar, nos recibió un carabinero joven que era el que estaba de turno en ese momento, mientras los otros carabineros estaban viendo el partido de la U. Nos ofreció juguito para pasar el calor y tomó nuestros datos personales para tener un registro de las personas que van a “Central” caminando. Nos contó que hacen un registro por si la persona se pierde o pasa algún imprevisto, a principio de año se perdió un grupo de scouts que no sabían el camino de regreso y quedaron atrapados en un precipicio, los carabineros de “Central” los fueron a rescatar. Pero además de rescatar a los turistas desorientados, nos contó que su trabajo consiste en hacer turnos para atrapar a los “burreros”, personas que pasan ilegalmente caminado, muchas veces con grandes cargas de droga. Ahora sí entendimos qué hacen estos carabineros en un pueblo tan abandonado.

Después de conversar con nuestro amigo carabinero, nos fuimos a recorrer el pueblo de “Central”, primero fuimos a la casona, una gran construcción de dos pisos con muchas habitaciones, todas vacías. Se notaba que los únicos habitantes del lugar habían sido por mucho tiempo los ratones que dejaban sus necesidades por todos lados. En la parte de afuera, había un hermoso jardín, que a pesar del evidente abandono sigue siendo un milagro en medio del desierto. Habían árboles frutales, naranjos y limones, muchas plantas con flores que llamaban animosamente a los picaflores, un pasto largo y despeinado que a pesar de todo seguía manteniendo un color verde intenso, pero lo que nos llamó la atención fue una vieja palmera que había cedido al paso del tiempo, cayéndose sobre una parte del techo de la casona.

Nos sentamos en la sombra a conversar y almorzar. Gonzalo nos convidó humitas que había hecho su mamá con el choclo de Lluta, y jugo de papaya natural que había hecho él en la mañana. Por nuestra parte nosotros solo teníamos barritas de cereal y frugelé, menos mal Gonzalo iba más preparado que nosotros. Después de almorzar, seguimos nuestro recorrido por el pueblo, entramos a las casas abandonadas donde encontramos objetos antiguos, como botellas de bebida y cervezas. Los muros de las casas estaban en su mayoría rayados con mensajes de los visitantes, los clásicos “Cami te amo” o “Jesus ya viene”, adornaban las habitaciones vacías.

Ya cansados de caminar y del calor, nos acordábamos que todavía faltaba bajar el cerro, por lo que comenzamos inmediatamente antes de que se hiciera muy tarde. Como siempre bajar es menos cansador que subir, pero duelen las rodillas y los pies. En la bajada nos encontramos con las vistas al Valle de Lluta que habían pasado desapercibidas en la subida. De todas formas nos demoramos muy poco en llegar abajo, y cuando miramos nuevamente para arriba, dimensionamos lo lejos que se veía la torre de alta tención en la que habíamos estado hace solo un momento.

 

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