A partir de la reunión de mi compañero Jaime con los encargados de cultura y comunicaciones en la municipalidad de Quinta de Tilcoco, tuvimos la oportunidad de conocer a Camilo, un viñano que trabaja en el municipio. Él accedió a contarnos sobre su infancia en La Viña, y nos llevó amablemente a un lugar y punto de encuentro fundamental para comunidad: los cerros. Nos juntamos por la tarde y nos llevó con la señora Wilda, quien nos dio permiso para entrar al camino que lleva al cerro Las Perdices, ella se mostraba muy alegre de estas instancias y nos invitó a volver con los niños y vecinos que quisieran visitarlo. Conversando con Camilo, supimos que es necesario contar con la autorización de los propietarios para ingresar a ciertos lugares, pero que era muy común hacerlo, es más, cada 20 de septiembre la comunidad tiene la tradición de festejar familiarmente del “paseo al cerro”, donde se realizan comidas, juegos, bailes, etc. En eso estábamos, bajo la tranquilidad del atardecer, cuando aparece “Almendra”, completamente desbocada, galopando con su pelo al viento, jugando, corriendo a gran velocidad, y burlándose de los nietos de la señora Wilda, quienes por varios minutos intentaron atraparla para devolverla al establo. Y es que esa joven yegua disfrutaba tanto como nosotros de esos maravillosos parajes, entre cerros, cultivos agrícolas, cactus y espinos. La experiencia de Almendra nos hizo conectarnos con ese sublime habitar del territorio, el viento en la cara, la libertad y un gran sentimiento de paz. Es ese momento todo toma forma y tiene sentido: se vinculan cada palabra, cada vivencia, cada persona, cada sentir, cada yuyo del cerro, el sol, las estrellas, bañarse en el canal, en el río o en la piscina, los colchones de totora, jugar afuera, comer pan. ¡Coterráneos: ser y estar en el territorio!