Soy la niña María y viajé de la ciudad a San Rosendo. Mi amiga Maca me invitó a hacer unos talleres de Kamishibai en la residencia de arte colaborativo que está haciendo. Bonito, todo en San Rosendo me parece bonito, sus casas con marcos, sus ríos, sus almacenes muy ordenados, sus nísperos ácidos-dulces, sus calles empinadas buenas para hacer ejercicio, la araña pollito que me crucé, y por sobre todo su mundo ferroviario: el corto Laja, la Carbonera, la Casa de Máquinas, los cargueros nocturnos que parecen terremotos, sus vagones olvidados, el Karro cultural. San Rosendo es un mundo.
En mi estadía, aparte de disfrutar la belleza Sanrosendina, me dediqué a hacer lo que hago: Contar cuentos y fomentar la lectura. Mi primer espectador fue Juanito, un niño de 13 años que es un agrado y un talento. Le conté la historia del bosque con la ayuda del Kamishibai, una técnica japonesa para contar cuentos, que por medio de un teatrito y láminas ilustradas va narrando una historia. Juanito puso varias caras de sorpresa y yo puse caras de felicidad.
Hice un taller donde niños de Kinder y segundo básico del Liceo Isidora Aguirre Tupper ilustraron cuentos y los narraron en el teatrito. Todos dibujaron y fueron voluntarios, los que pasaron a narrar frente a sus compañeros. Ese mismo taller lo hice para terceros y cuartos básicos.
También hice una capacitación para los profes del Liceo, allí ellos pudieron aprender técnicas para desarrollar el método del Kamishibai. Primero una parte teórica, luego juegos de escritura creativa, después dibujo y finalmente narración.
También tuve la oportunidad de compartir el Kamishibai con otros niños de San Rosendo, los que van siempre a la Casa abierta (Nico, Juanito, Karen y Sofi) ellos inventaron una historia donde había una bruja, un murciélago, flechas, pirámides, hechizos y posturas de argollas. Quedó muy buena.
Ese día hacía mucho calor y los niños nos llevaron al “Agua potable”, que es un balneario del Río Laja, hermoso. Caminamos por el agua e hicimos dibujos en la arena mojada. Nos acompañó un perro. Si yo hubiese sido la Carmela, no me hubiese ido a la ciudad.
PD: Un dato curioso. Aquí en San Rosendo dicen que cuando muere una persona mueren dos más.