En Quilaco, Ralco y Santa Bárbara se está jugando un partido hace años, un cotejo subterráneo por el agua y la tierra. El equipo local se organiza en pequeños grupos en plazas, ríos, bosques y sedes sociales para darle cara a un visitante que juega sucio, mata, roba, miente, árbitro y guarda líneas. En el fondo de la cancha del barrio hay una nueva camada de jugadoras y jugadores, talentosa poesía subversiva que después del 18 de octubre del 2019 decidió funar este partido desigual, una especie que escucha los susurros del Punalka encerrado en las represas del alto Bio Bio, hablan con los pájaros que anuncian el saqueo, sueñan con el kutral en los bosques de monocultivo, hacen los senderos para proteger el nativo que queda y se organizan para parar la mano.