Otro día en la plaza, esta vez había un acto de homenaje a la mujer rural. Interpretación del himno en versión “campesina”, todo lo que es un “Acto Público”. La misma maqueta de civilidad, de homenaje, de respeto. La sensación de que estos patrones de comportamiento civil son una industrialización de la vida. Una prolongación externa de la burocracia interna, la sala de espera que se expande a la plaza. Diploma, foto, canapé y para la casa. A riesgo de lo torpe que es generalizar, tengo la impresión de que muchos entendemos esta representación, en diferentes niveles simbólicos, pero más menos tenemos una sensación común, de que esto es fome.
Ese es el problema de las instituciones, quizás el mayor problema, el de su representación, tanto el “que representan”, “a quienes representan” y “por qué representan”.
Pertenezco a un colectivo de personas que precisamente, desde hace un par de años, estamos levantando una institución. Después de años trabajando desde la clandestinidad del domicilio y luego de darle incansables vueltas tomamos la decisión de institucionalizarnos, somos una ONG de Desarrollo, MUCAM (Museo Campesino en Movimiento). Debo reconocer que era -soy- uno de los más entusiastas con aquello de institucionalizarse, así con las de la ley, a la antigua. Básicamente por el problema que ello conlleva, un problema no solo de administración de las energías sino también de representación, puesto que hay que definir el qué, a quiénes y por qué. Hay que pensar-actuar político-estéticamente. Es decir, estamos construyendo nuestra propia plaza, por eso esto nos importa y nos ayuda.
No instalamos nada, solo dimos vueltas, observamos. Nos regresamos a casa para dedicarnos a nuestra propia burocracia.
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