Para poder seguir la construcción del domo, como un lugar donde devolver lo extraído a la tierra, conversamos sobre tapar algunas de sus paredes, y una solución fue utilizar colihues. Martín nos dice que un tío de él tiene un campo con muchos colihues, y ofreció llevarnos a las afueras de Purén para buscarlos.
Nos reunimos en el pueblo para ir en su camioneta a ver este lugar, en el camino vemos nuevamente un paisaje muy bonito pero lleno de forestales, Martín nos señaló dónde quedaba el bosque nativo, anduvimos en un camino sobre un cerro y desde arriba podíamos ver el río Purén. Nos contaba que el río antiguamente era casi 10 veces (o más) de lo que es hoy en día, según le contaba su familia, también pudimos ir por un camino de árboles nativos donde por medio de estos árboles pasa el río. Este lugar es muy bonito, en los alrededores de Purén hemos visto muchos paisajes bonitos, y nos dimos cuenta que las personas no los frecuentan o no conocen que existen. Llegamos al campo del tío de Martín donde también pudimos ver que el río pasaba a la orilla, y estaba rodeado de muchos tipos de árboles. Un sector estaba lleno de colihues, se podía entrar y estar dentro de todas las varas que medían aproximadamente más de 3 metros, Martín nos comentaba que el colihue necesita mucha humedad, por eso crece mejor a las orillas de los ríos, y en el invierno el río crece cubriendo casi un metro de las varas de colihue. Estar dentro de los colihues parecía estar como dentro del juego de los palitos chinos (mikado), eran muchos y se cruzaban entre sí, se sentía muy bien estar dentro del lugar. Sacamos algunos de los colihues con machete y una sierra, lo justo y necesario para cubrir algunas ventanas del domo, los cortamos por la mitad y los subimos a la camioneta de Martín. Después de terminar, nos sentamos a descansar un rato tomando mate y comiendo frutillas, bajo un gran árbol. De cerca se podía escuchar el sonido del río Purén con los cantos de las aves.