Temprano salimos para el auditorio municipal donde nos reuniremos con María José y un grupo de cantores de distintos lados de la comuna. De a poco van llegando. Mientras preparamos los materiales que exhibiremos, algunos van a dar un paseo a la feria de San Pedro. Allí se encuentran con un vendedor que toca guitarra y canta conocido como el “toca altiro”. Este primer encuentro formal con los cantores tiene como propósito principal mostrarles el trabajo que hemos realizando durante la última década en relación con el canto a lo divino. Mostramos algunos mini-documentales, discos de audio y otras cosas, mientras vamos relatando nuestra experiencia en la producción de estas obras. Veo las caras de algunos de los cantores presentes en el auditorio mientras escuchan y observan en los videos a cantores de otros pagos, principalmente del norte chico. Imagino sus mentes trabajando a toda velocidad, identificando los versos, las entonaciones, los errores, lo distinto, lo parecido. Mientras mostramos los videos, muchos de ellos se comentan cosas entre sí que no alcanzamos a distinguir, hacen gestos de aprobación. Luego del visionado se da una conversación sobre lo que han experimentado con los videos. Creo que es un buen comienzo. También explicamos algunas cosas más formales de la residencia, las fechas límites de trabajo, los objetivos y metas consideradas. Es un primer encuentro ameno. Por la tarde algunos cantores irán a una vigilia en la Villa Alhue. Nosotros los seguimos.
A continuación transcribimos un extracto del texto “Cancionero de Alhué” escrito por Juan Uribe Echevarría en la Revista Mapocho el año 1964, en donde el investigador esboza una imagen del cura Miguel Jordá, personaje fundamental para comprender la realidad actual del canto a lo divino, sobre todo en esta zona:
“Otro personaje curioso es el joven cura párroco don Miguel Jordá y Sureda, catalán de nacimiento. El Padre Miguel, poseído de un verdadero furor apostólico, recorre incansablemente los fundos y haciendas de Alhué.
Hay domingos que dice tres y cuatro misas. Los villanos tenían misa a las 8 y a las 10 de la mañana, los días domingos. El Padre Miguel les ha suprimido la primera, con el objeto de aprovechar el tiempo llevando hostias consagradas, a cien kilómetros por hora, a enfermos y agonizantes, o diciendo misas de campaña en los fundos más lejanos. La camioneta del Padre es un prodigio de inestabilidad. Siempre anda con baterías prestadas y platinos gastados; el motor, sujeto con alambres. El joven catalán tiene aterrorizados a los mecánicos rurales. Lo divisan, con espanto, a kilómetros de distancia.
-Allá se asoma el cura… Fijo que viene en panne.
El Padre Miguel no se para en chicas. Se ha conseguido una maquina proyectora de películas y da funciones, al aire libre, aprovechando el muro blanco y el motor del El París”.