BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Atlas Simbólico del Canto a lo Divino Loica - San Pedro de Melipilla, Región Metropolitana - 2018 Residente: Danilo Petrovich
Publicado: 29 de diciembre de 2018
Carta sin destino

Durante las semanas previas a la fiesta del Niño Dios (5 de enero 2019), días de preparativos y de organización comunitaria, escuchamos una serie de comentarios de algunas personas ligadas a la fiesta, cantores, asistentes, colaboradores y otros, que veían con preocupación algunas prácticas en relación a la “producción” de ésta, que eventualmente podrían romper una tradición histórica comunitaria de colaboratividad, principalmente refiriéndose a ciertas iniciativas personales que comenzaron a generar algunos quiebres dentro de las propias comunidades lo que  se podría ver reflejado en una participación “fracturada”, tanto para la preparación de la celebración, como también en la participación de cantores de distintos sectores de la comuna. Esto era algo que nosotros ya veníamos intuyendo hace un tiempo y que ahora era corroborado por más personas. Es por esto que decidimos en ese momento escribir una carta, a modo de reflexión, que pensamos hacer circular entre la propia comunidad, así como también hacerla llegar a la sección de patrimonio del Ministerio, para ver alguna manera de ayudar a solucionar lo que estaba sucediendo. Finalmente, nunca hicimos circular la carta, ya que no se dieron las circunstancias, además de ser este un tema muy delicado y frágil, por lo que preferimos esperar a que se realizara la fiesta para después de ella tener una visión más clara, para pensar quizás en colaborar en alguna medida, desde nuestro lugar, a la realización de la fiesta del 2020. De todas maneras, queremos aprovechar el espacio de esta bitácora para publicar esta carta, la cual refleja nuestra posición en relación con algunos temas relacionados a fiesta, celebración, poder y autonomía, que son los que creemos estuvieron en juego en relación a este problema puntual.

 

Fiesta del Niño Dios de Loyca 

Viernes 28 de Diciembre de 2018

 

La religiosidad popular es una de las manifestaciones más claras del sincretismo cultural resultante del proceso de mestizaje entre los pueblos indígenas, los conquistadores occidentales y los descendientes de ambos. Esta religiosidad popular se ha ido construyendo y configurando a lo largo de cinco siglos, marcada por distintos elementos particulares que han generado múltiples y muy significativas formas de culto y devoción religioso-popular de la vida campesina y rural regional, donde destacan sus festividades y el complejo y diverso espacio sonoro y musical que éstas constituyen. La religiosidad pensada desde lo popular y lo ritual no debe entenderse como un cristianismo institucionalizado, sino como una experiencia abierta a un conjunto de elementos que se mueven entre lo “profano”  y lo “sagrado”, indistintamente, refiriéndose en muchos casos a las formas tradicionales del trabajo y la vida social, familiar y doméstica campesina.

El canto a lo divino es una de sus expresiones más singulares y reconocibles como una herencia que se ha transmitido a través de los siglos. Son muchas las generaciones de cantores que han permitido que esta experiencia aún se encuentre vigente, en un amplio territorio y con muchas fiestas y cultores reconocidos.

Creemos que uno de los motivos más importantes de esta sobrevivencia ha sido el carácter autónomo en relación a las actividades y prácticas que esta tradición soporta, llámese fiestas, ritualidades domésticas, música, bailes, etc. Son los mismos cantores los que han decidido históricamente sobre su desarrollo y devenir basándose en la solidaridad y cooperación entre iguales. Es el trabajo en común, los aportes voluntarios, los dones, el esfuerzo personal y colectivo lo que permite la continuidad de las fiestas.

Las ceremonias o vigilias de canto a lo divino a pesar de su vigencia y amplitud territorial actual, son experiencias delicadas, sutiles y frágiles, que se deben cuidar con precisión. Por ello, cuando crecen y comienzan a involucrar más sujetos y más instituciones (Iglesia, Municipalidad, Estado, Auspiciadores, etc.), debemos estar conscientes de estos procesos.

En Loyca, cada primer sábado de enero, se celebra una de las vigilias más concurridas del país. Decenas de cantores de distintos y alejados sectores vienen hasta este pequeño poblado para cantar durante toda la noche en su iglesia, siendo recibidos por la comunidad, propiciándose un espacio de camaradería y devoción que es el que caracteriza la celebración. Por distintos motivos, la fiesta de Loyca ha comenzado a convertirse en una fiesta masiva. El año pasado participaron más de cien cantores, por lo que hubo que colocar distintos “escenarios” con imágenes religiosas para que pudieran cantar todos de manera simultánea, ya que por la cantidad de cantores y la forma particular que tiene la expresión del canto a lo divino, habría sido imposible realizar una sola rueda de canto. Esta es solo una de las transformaciones importantes que ha sufrido la fiesta en relación con la cada vez mayor cantidad de cultores y personas que concurren a ella: la “multiplicación” de altares.

Percibimos que algunos “gestores” de esta fiesta tienen la intención de querer convertirla en un espectáculo aún más masivo, financiado a partir de aportes personales y comunitarios (como sucedía antiguamente), pero también en base a auspicios, canjes comerciales, apoyo municipal, entre otras actividades, todas estas lógicas inscritas más bien en la producción comercial de eventos, más que en la cooperatividad de las distintas comunidades que han sido históricamente las que han levantado esta fiesta.

Por ejemplo, hoy se promociona la ceremonia como un “Encuentro Nacional de Canto a lo Divino” emulando en este llamado tanto los “Encuentros de Payadores”, como a los “Encuentros de Cantores” organizados por el Ministerio, como también algunos realizados por la Asociación Nacional de Cantores a lo Divino en Punta de Tralca, todos ellos con formas y fines distintos a los de ir a compartir una velada o vigilia de canto. En rigor, esta vigilia de Loyca no ha sido un encuentro, ha sido una vigilia, que ha ido creciendo, y que, como dijimos, su crecimiento nos lleva a cuestionarnos sus propios cambios.

Además, este año se organizó una feria navideña de marcado carácter comercial con presencia de cantores campesinos, payadores, humoristas de la televisión y con aportes municipales, para ayudar a financiar la fiesta del Niño Dios de Loyca, poniendo en suspenso las antiguas prácticas de cooperación para juntar los alimentos (donaciones de cabritos, verduras, pan, etc.). Es una forma de desarmar el tejido social que sustenta las vigilias más tradicionales.

Vemos con preocupación esta situación, ya que se asoman lógicas clientelares y de asistencialismo que hemos presenciado como en otras partes del país han acabado o transformado algunas fiestas, convirtiéndolas en espectáculos municipales o empresariales destinados a promocionar turísticamente una comuna y beneficiar directa o indirectamente a personas particulares que sacan provecho de la cantidad de dinero, poder o influencias que sin duda se ponen en juego en torno a las festividades masivas.

También hemos sido testigos de cómo algunas comunidades asociadas a esta fiesta han resentido la deriva que ha ido tomando la celebración, ya que no se han sentido parte o simplemente no han entendido las implicancias de estas transformaciones.

Por último, dejar en claro que lo escrito más arriba es una opinión y una visión personal y no representa necesariamente el sentir de otros agentes involucrados, es decir, los mismos cantores y cantoras, algunas asociaciones dentro de las cuales ellos se agrupan y otros. Creemos que en este tipo de situaciones hay muchos actores involucrados, todos jugando un papel distinto en relación a las fiestas, pero a pesar de esto, consideramos que las decisiones finales en torno a la organización debieran ser tomadas en conjunto por los actores históricamente involucrados, que son los cantores y cantoras, los cuidadores de la iglesia, los vecinos y familiares de estos.

Esto no es un llamado a negar los cambios, sino a tomar conciencia de ellos y decidir si los aceptamos o no. La complejidad de lo que está sucediendo y la vorágine de los tiempos, quizás no ha permitido a los loyquinos una pausa para la reflexión, nuestras palabras son una invitación a que los cantores, cantoras y otros involucrados conversen, se sientan parte de este proceso, con crítica y reflexión. Esperamos poder ayudar desde nuestro lugar a esta tarea.

Atentamente,

Daniel González

Antropólogo Social

Danilo Petrovich

Antropólogo Social

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