Durante estos tres meses de estadía en el Valle de Alicahue, tuvimos la suerte de vivir en un paraje natural único, rodeado de altas montañas y más cerca del cielo. Entre las imponentes montañas Epirko y Tres Goteras, localizamos nuestro punto neurálgico de operaciones en donde vivimos, en donde nos reunimos, compartimos y planificamos las distintas acciones y etapas de la residencia.
La verdad que fuimos afortunados de encontrar este lugar tan cómodo y amigable, a solo metros teníamos un quinchito para fogatas, una huerta orgánica, un balneario sobre el río Alicahue, un camping con una vista increíble al cajón del valle, 5 perros que nos alegraron y acompañaron en los momentos de introversión y soledad y por sobre todo la calidez humana de la familia del propietario del predio: Don Daniel Cortez, profesor y director de la Escuela La Frontera de Alicahue, quien con su visión integral de la educación nos demostró que otro tipo de educación es posible, una más humana y colaborativa, más de acorde a la realidad y a los contextos socioculturales locales. Sus frutos se reflejan en los principios, valores y forma de ser y pensar de los niños, quienes definitivamente me hicieron recuperar la esperanza en la humanidad.
Gracias a los habitantes del Tambo de Los Perales, tuvimos tres meses de tranquilidad, conexión con la naturaleza y con la tierra, como también desconexión con lo mundano, con el consumismo, con el ajetreo de la vida diaria, lejos de la violencia y el mal trato de las grandes urbes……me siento feliz de haber vivido esta experiencia que sin duda caló fondo en mi ser, experiencia de la cuál guardaré los mejores recuerdos, al igual que Boris Martínez el fotógrafo encargado del registro visual, Esteban Aranguiz y Richard Ramírez, artistas de apoyo a quienes debo agradecerle el interés, la paciencia, la entrega, la energía y toda la buena vibra que pusieron en cada una de las etapas de la residencia.