Del dicho al hecho… En la medida que nos acercamos al final de la residencia, se nos viene a la mente inevitablemente la idea del recuento, confrontar la realidad a la teoría. Al revisar el resultado de los auto-registros, un ejercicio que consistía en entregar cada día una cámara de video a uno de los alumnos grandes (entre 9 y 11 años) para que se la llevara a su casa y grabara un aspecto, definido por ellos, de su vida. Antes se les enseñó los rudimentos básicos del uso de la cámara, que todos captaron perfectamente, luego se la fueron repartiendo cada día, era tanto el entusiasmo que tuvimos que hacer sorteos, ya que todos se la querían llevar primero. No hubo ninguna pauta, único requisito hacer un comentario mientras grababan para que comprendiéramos lo que nos mostraban.
En la última reunión de apoderados, la representante del centro de padres nos agradeció la confianza que habíamos puesto en sus hijos al prestarle este material, esta persona nos recalcó cómo con este gesto fortalecíamos la confianza y la auto estima en los niños, algo poco común por estos parajes.
Al acercarse la hora del recuento, y repasando mentalmente la cantidad de talleres realizados y material acumulado, las horas dedicadas de domingo a domingo, no podemos más que sentir satisfacción, creemos que hemos logrado mucho mas lo esperado, e incluso logrado cosas inesperadas, como las “señoras de la Sede” que han demostrado un talento y una fineza en los trabajos de mosaico, como asimismo una notable capacidad productiva!
Es fin de año y no hemos parado, quisiéramos dedicarle todo el tiempo y energías sólo al proyecto, aunque entendemos que la fastidiosa dosis de informes y papeleos es también parte de esto. Por suerte, cuando esas montañas de ítems a llenar nos abruma por las noches, vienen a nuestra mente las palabras emocionadas de ese adulto que hablaba en nombre de todos los apoderados, o resuena en nuestros oídos el aullido repleto de entusiasmo cuando llegamos a la escuela y los niños nos exclaman desde lejos “Tía Normaaaaa” “Tío Panchoooooo”.
Volviendo al trabajo de auto-registro de los más grandes, en que todos, absolutamente todos los que participaron (no era obligación, pero casi todos lo hicieron), más allá que todos comprendieron y cumplieron precisamente con el ejercicio, no pudimos evitar de sentir un profundo orgullo. Aunque no seamos nosotros los que decidamos de nuestra evaluación, nos alienta suponer que las muestras de afecto y agradecimiento que nos han prodigado cada día niños y adultos, es el reflejo de nuestra entrega, implicación y compromiso.