Si bien los Nakamas del sur tienen asumido su papel como guardianes de la residuoteca sur y ya le han contado a la comunidad en qué consiste el asunto, l@s niñ@s del norte aún se mantenían escéptic@s ante las potencialidades del espacio. Es por esto que nos propusimos hacer un par de actividades que unieran ambos grupos en las residuotecas, primero en el sur y luego en el norte. Coincidentemente contábamos con la ayuda de los chicos de Taller Humano (Paloma y Fermín), quienes viajaron desde Buenos Aires para sumarse a esta experiencia, desde su propia experiencia y sus mejores pasos de baile. También se sumó al equipo Nicolás Aracena, quien no baila tanto pero las pizzas y los muebles reciclados le quedan increíbles.
Este martes llegó el bus escolar con algun@s chic@s del norte a la Escuela de Puerto Sur. Junto a Nicolás, Fermín y Paloma, l@s profes y l@s chic@s de 5to, crearían unas bancas de cajones de fruta de la ECA amarradas con hilo de PET, cortado con las herramientas que trajo Fermín. Caos y motivación se tomaron el patio de la Escuela Francisco Coloane, al igual que las herramientas que fueron capitalizadas por algunos de los chicos, cuando le agarraron la mano al corte de hilo. Al finalizar l@s chic@s tomaron sus banquitos y nos dirigimos a la cancha, donde enseñaron con orgullo sus creaciones mientras escuchábamos unas canciones de Emma.
Durante los días que siguieron nos trasladamos al norte para continuar con las actividades. Esta vez enfocados en la música, algo que en el norte causa un interés particular, aún cuando no estuviese tan claro al comienzo de la jornada. La edad, el viento, las ganas de salir fuera de la sala de clase en días tan bonitos como los de esta semana, hacían de la experiencia un trabajo más agotador. Si yo tuviese esa edad y esa isla como patio de juego, lo primero que haría sería salir corriendo de cualquier actividad, aun cuando estuviese allí por genuino interés. Con Nicole (y otros amigos más) tenemos un juego donde los jugadores inventan uno propio: coordinación, debate, reglas, roles e imaginación son cosas que afloran del ejercicio, pero en esta oportunidad también afloró la rebeldía.
Existen muchos tipos de jugadores: los que les gusta explicarlo todo, los que siguen las reglas al pie de la letra, los que ayudan a organizar sus componentes, los que hacen trampa, los que no saben perder o ganar y los que quieren volver a jugar una y otra vez. Ninguno de esos estaba en mi equipo y jamás logramos ponernos de acuerdo. Cuando intenté guiar un poco más el ejercicio dando más ideas de las que debería, Benjamín me detuvo de golpe: “¿de quién es el juego?, ¿de usted o de nosotros?”. Michel por su parte también fue acertada: “se supone que se nos debe ocurrir a nosotros también”. Finalmente no logramos acordar cómo sería nuestro juego, lo jugamos y nadie entendió nada, juntos fracasamos. Un poco frustrados pasamos a la parte de la construcción de instrumentos musicales y el hilo de PET.
Salvo Fermín, ni Nicole, ni yo, ni nadie sabía utilizar las cortadoras de PET, así como yo no sé coser o tampoco sabía cómo usar un taladro (hasta hace unos días). Pero una vez que el Benja, la Michel, Florencia, Valeska, Millaray, Abi, Samuel, Daniela, Aracelly, Antonella, Natalia, Neemías, Emilia, Leonel, la Trini y Martina dominaron las herramientas, no las soltaron más. Ese tal Benja, el más tramposo de los jugadores, cortó todo el hilo de botella junto a Florencia, así como Daniela y Millaray trabajaron con las pistolas de aire caliente para unir los materiales. Construyeron y tocaron didgeridoos, baterías, tambores, maracas y un contrabajo hasta que se hizo tarde. Ya para cerrar, nos reunimos en torno a la torta de cumpleaños de Nicole, arriba de las colchonetas, junto a los Nakamas del Sur que venían llegando, deditos titilantes que simulaban ser velas y mucho pan con queso.
Nuestro objetivo no es enseñar ningún juego ni ninguna técnica. Aquí tod@s vinimos para aprender y enseñarnos mutuamente. El juego no era la puerta de entrada a otra cosa más real y concreta, el juego eran las herramientas.