Este lunes y martes nos dedicamos a reunirnos con las cooperativas de costureras que funcionan en puerto norte y puerto sur, para hablar sobre el proyecto y mostrar algunos experimentos que han hecho los chicos (Mariano y Mechi) con red sardinera. Ambos grupos, a su manera, están envueltas en encargos para los actos folklóricos de la escuela, pero de todas maneras nos reciben. No ha sido fácil coordinar las visitas y el viaje entre puerto y puerto tampoco. Ellas lo saben. Para movilizarse de un extremo a otro en esta isla hay que pararse en el camino y esperar a que alguien te lleve, con paciencia y optimismo. Hay convenciones horarias de las que cuesta desprenderse, pero de a poco vas agarrando el ritmo del azar. Puedes haber quedado de estar en algún lugar a las 3 de la tarde y lo más probable es que no sea así. El tiempo se mide en “ratitos”. En un ratito estaremos allá.
En el norte, las señoras cortan telas brillantes para trajes nortinos, mientras conversan con nosotros sobre el trabajo que han hecho en este tiempo, desde nuestra visita a terreno en julio. Han cambiado algunas cosas, optimizando el trabajo de corte de tela. Mientras Mariano ayuda a arreglar el hilo que se soltó de la máquina de la señora Mónica, María (la jefa) busca una fecha apropiada para una jornada de “doceñaje”.
En el sur siempre es más tranquilo. La decisión sobre el qué hacer es más compleja, pero no tiene prisa. Hablamos también sobre buscar un espacio para trabajar con ellas, compartir el oficio y ver qué podemos hacer juntas. Mostramos parte del trabajo del colectivo y la red de pescar intervenida. La recepción en torno a la red es similar en ambos lados. Algo gatilla, mezcla de sorpresa y curiosidad. Aún no tiene forma, pero el encuentro programado será justamente para eso. Para descubrir los potenciales de un material que aquí abunda y se encuentra en prácticamente todas las casas. Confiamos en que la red haga lo suyo, aunque nos lleve todos los “ratitos” que sean necesarios.