Hemos tratado de juntarnos 2 veces con grupos de personas que supuestamente conformaban un “conjunto” que habíamos identificado a partir de las redes de la municipalidad, pero solo han llegado 2 personas en cada ocasión. Todas con ganas de participar en no saben bien qué. Hoy, dos señoras parecían cuestionarlo todo; lo poco que sabían de la residencia, la consultoría previa que se hizo para este trabajo, las lógicas de la municipalidad en cuanto a cultura, sus vecinos, la poca participación, intentamos explicarles de nuevo, todo otra vez. Hablamos de México, su cultura, de los narcotraficantes, los cantores a lo divino, la frutilla, los bosques nativos, las casas antiguas, nos muestran sus celulares y fotos de las flores de sus jardines (la mayoría desenfocadas), les explicamos todo nuevamente, 3 veces. Quedamos en cooperar, buscar fotos, hacer grupos de whatsapp, pasar la voz de que estamos trabajando en un libro sobre las tradiciones y las memorias, en fin. El habla es un desvío, un reencuentro permanente. ¿Cómo actuar en comunidad frente a solo 2 personas? Habrá que construirla y trabajar de otra forma. El libro será quizás la posibilidad de esa comunidad que al parecer no existe.