Hace más de un mes me encontré con Consuelo en casa de unes amigues, lugar donde nos conocimos y compartimos por vez primera. Yo preparaba en papel ahuesado una edición impresa de dibujos míos. Había cerveza y en casa estaban todos trabajando. Por esos días tenía ganas de huir o viajar, no quería estar en esta ciudad. Lo invoqué tanto que no fue coincidencia que Consuelo me invitara a pasar unos días en el hogar temporal que le recibía en el sur. La invitación era hacer un par de zines/publicaciones de lo que han estado realizando con les niñes de la Escuela. Dije que sí casi sin pensarlo y no me arrepiento ni un tantito.
Inicié mi viaje un miércoles, el trayecto hacia la isla duró alrededor de quince horas. De este episodio solo diré que cargué mi maleta con tres kilos de palta y que navegar fue mi parte favorita. El océano, el agua, el azul siempre le han entregado a mi cuerpo inefable calma.
Al llegar estaba Consuelo esperando. La isla solo tiene un camino de baldosas que conecta extremos norte y sur. Mientras caminábamos a casa me iba enseñando el lugar y contando de que iba la residencia. Recuerdo ir mirando y pensando: “no tiene sentido este lugar, es demasiado hermoso”. Los primeros días estuvimos en puerto norte trabajando en la Residuoteca. Consuelo, Nicole y Andrés ya habían avanzado harto. Limpiaron, organizaron el espacio, rescataron objetos sin usar para darle nuevos usos, así que al sumarme solo pinté un par de puertas, intervinimos las superficies de unas mesas y colgamos banderines. A la salida podías hacer tres cosas para retornar a casa: tomar la única micro que recorre la isla, hacer dedo o ir caminando. La última era más entretenida, observar cómo cambia el paisaje, entender que no crecen árboles altos por el viento, pasar a un negocio por un pan con queso, parar a mirar los acantilados, sentir nervio de la inmensidad del mar.
Días después conocí a les niñes del quinto básico y de una empezamos a trabajar en nuestro primer zine: Experiencia Nakama. Con Andrés y Nicole hicimos un punteo de lo que debíamos incluir en la publicación, repartimos misiones y de pronto la sala de clases se convirtió en un laboratorio editorial. Unes dibujaban, otres redactaban y escribían, había que relatar la historia que estaban construyendo juntes de hace semanas. Hicimos lo mismo en una segunda instancia, esta vez había que contar a la gente de la isla cómo funcionaban las Residuotecas, así que hicimos el Manual de uso de las Residuotecas. Los días siguientes estuvimos digitalizando y editando todo el material recopilado. Nos conseguimos una impresora y estuvimos en casa imprimiendo, encuadernando y guillotinando al ritmo de Frank Ocean y Miguel Bosé.
Experiencia Nakama y Manual de uso de las Residuotecas son experiencias significativas. Más allá de lo publicado y en cómo su contenido podría influir en otres; creo importante cómo les niñes empiezan (quizás sin hacerlo consciente) a eliminar de sus prácticas la individualidad, la competitividad, el egoísmo, y a cambio empiezan a reconocer sus habilidades personales y potenciarlas colectivamente, de entender otras formas de relacionarse, hacer, crear, estar, entregar, amar. Creo que desde éste lugar es donde debiésemos germinar todo.
Ahora mientras escribo estas cosas siento algo de nostalgia. Muchas cosas no contaré de este viaje y las guardaré para conversarlas algún día con quién sea. Aun así, por mencionar algo, quiero decir que extrañaré las mañanas con las nanitas** desayunando avena con frutas, el olor a descomposición y a tierra húmeda del compost, saber que vamos llegando a casa porque divisamos el árbol largirucho y desguañangado de tres copas que está al frente de casa, conversar largo y tendido hasta morir de sueño, mirar el mar y pensar en las reflexiones que han hecho todes les humanes mientras miraban el mar, dibujar y reflexionar desde un lugar distante y lejano a mi hogar, pasar de un paisaje a otro en cosa de minutos: pseudo pantanos, dunas, riachuelos, lomas florecidas, mar, acantilados.
Agradezco la abundancia en lo afectivo, que a fin de cuentas es lo más importante.
*Esta Bitácora fue escrita por Otto Etraud (aka Toto Duarte), enviada desde Valparaíso al regreso de su visita a la Isla Santa María.
**nanitas: término cariñoso con en el que las vecinas de la isla se tratan entre sí.