A las 10 am partimos para conversar con José Moraga “Moraguita” el cantor señero de Palmilla. Todos nos hablaron de él como un mentor de cantores, de hecho, dimos con su dirección porque a quien le preguntásemos lo conocía, obvio, había que visitarlo. Nos encontramos con un señor de avanzada edad cuyo años no pasaron en vano, caminaba con dificultad por lo mismo estuvo sentado todo el tiempo que compartimos. Una casa muy de campo, tanto por la disposición espacial como la materialidad, los muebles, la loza, y muchos otros gestos que se repiten en cada hogar que visitamos. Él y su familia fueron tremendamente amables, nos recibieron con un trozo de torta y bebida, se mostraron felices y parsimoniosos, como si esto de ser entrevistados fuera algo habitual. Moraguita nos contó la historia de su casa, de su familia, de su vida en Palmilla, luego le preguntamos asuntos puntuales como los velorios de angelito, ahí supimos que se sabía unos versos que luego registramos audiovisualmente, cuando nos los cantó. Notamos el cansancio, se agita al hablar por lo que decidimos que ya era suficiente y quedamos de volver a visitarlo.
Aprovechando el impulso nos fuimos a Peralillo, la comuna contigua a Palmilla, camino hacia la costa. Los motivos del viaje pasan por visitar un Centro Cultural muy conocido en la zona, ya que aprovecharon la antigua estación de trenes para remodelar y construir un moderno edificio que no pierde las referencias a su pasado. Por otro lado, preguntar por cantores en la zona. Queremos conocer el Centro Cultural porque buscamos un lugar apto para realizar la grabación del disco compacto que esperamos editar con cantores palmillanos pero nos encontramos con el recinto cerrado, ahí mismo nos hablaron de un parque botánico donde también está la media luna y el estadio de Peralillo, y donde al parecer hay una casona en madera muy impresionante, allá fuimos. Claro, el parque es hermoso y muy concurrido, ese día también había rodeo, pero la casona también estaba cerrada, luego de estos dos fallos seguidos nos dimos cuenta de que era hora de almuerzo por lo que asumimos sería ese el motivo. Nos devolvimos a Palmilla pues habrá que encontrar por acá un lugar donde hacer la grabación.
Como nos conseguimos el número telefónico de Julio Escobar, el pintor de Palmilla, habíamos acordado una cita como a las 18 hrs. así que nos fuimos a preparar los equipos y cargar baterías para la entrevista.
Son las 18 hrs, llegamos a la casa esquina que también es negocio, en la última cuadra por la entrada principal, por la calle a un costado de la plaza de Palmilla. Recuerdo que cuando vine en Julio fotografié la banquita de madera que tiene afuera del local comercial, y recuerdo que los colores de los muros me parecieron extraños para su contexto tan deslucido, pues están pintados con un verde algo pistacho pero des saturado, el marco de la puerta de un color morado también des saturado y de la reja cuelgan unos carteles hechos a manos con mucha prolijidad que anuncian la venta de helados, pan y bebidas, todo muy armonioso.
Tocamos el timbre y primero salió la esposa de Julio quien nos dijo que a la vuelta de la esquina había un portón y que ahí nos esperaba el pintor. Todo muy cordial al saludarnos, nos presentamos, le hablamos de nuestro proyecto y del por qué estábamos en Palmilla, le contamos de nuestro museo y de nuestro interés por registrar, pensar y trabajar estéticamente a partir de las imágenes del mundo popular campesino, con todo lo que hablamos creo que “caímos en gracia” de hecho nos comentó que le parecía muy extraño que gente “joven” se interesara por esos temas.
No esperaba bajo un cobertizo con una silla de madera puesta delante de un pilar que sostenía el techo, silla que serviría de bastidor para poner las pinturas. Le preguntamos si le molestaba que registráramos la conversación para así revisar el material y presentarle alguna propuesta de trabajo en conjunto, claramente, una propuesta conversada que atendiera a sus inquietudes, accedió, instalamos la cámara y comenzamos.
Julio, conocido como “Julín” nos mostró las pinturas de una en una, contándonos sobre el proceso y la historia del lugar representado. Casi todas las pinturas, a excepción de una, consistían en paisajes que correspondían a un recuerdo personal de cuando llegó a Palmilla desde Pichilemu en el año 1958, pinturas que realizó entre los años 1998, 1999 y 2000. Esto ya nos parecía suficientemente interesante, pero cuando vimos toda su obra, y luego su croquera de dibujos, sus dibujos sobre cajas de cartón de golosinas, sus pájaros pujados en láminas delgadas de cobre, quedamos impresionadísimos por su inquietud plástica. Si a todo lo anterior le sumamos que no tiene ninguna formación académica al respecto, que durante su vida laboral pasó por una variedad de trabajos, que desde hace tiempo se dedica a hacer carteles publicitarios pintados a mano –como los de afuera de su negocio- y que en su juventud fue un futbolista muy cotizado en las ligas amateur, tenemos a un personaje notable aquí en Palmilla.
La entrevista duró casi dos horas. Nos fuimos con la sensación de recuperar el tiempo, de habernos encontrado con alguien fuera de la norma y a quien le podíamos ofrecer un plan de trabajo que fuera un aprendizaje para todos. Nos fuimos pensando y al llegar nos dedicamos a escribir las propuestas que le haríamos a Julio para saber su parecer y acordar un plan de trabajo, quedamos en volver el miércoles a su casa.