Ya hace un tiempo identificamos que la vida comunitaria en Pichico es escasa. Cada cual hace su vida dentro de casa o de su tierra cuando mejora un poco el tiempo y la solidaridad hacia el otro se observa en general solo con los familiares directos. Podría pensarse que en un contexto de precariedad como el que se vive en este poblado, los lazos comunitarios y el apoyo recíproco deberían surgir como el agua brota de las montañas a partir de las mismas necesidades, pero así mismo como sucede con el agua, el hilo comunitario germina con debilidad. Quizás una de las razones de que esto suceda es la misma falta de oportunidades que hace migrar continuamente a su población más joven y quiebra de alguna manera el tejido social que pudiera irse regenerando. Solo para continuar sus estudios en enseñanza media, los jóvenes deben migrar hacia Futrono o Lago Ranco muchas veces a internados y luego en búsqueda de mejores oportunidades laborales a lugares más lejanos aún, donde ya se alejan definitivamente de su tierra natal. Esta es la historia de Gladys, una vecina de 48 años que entrevistamos, pues ha apoyado la iniciativa de este proyecto con mucho entusiasmo, lo que además nos llamó mucho la atención. Gladys es hija de la habitante más longeva de esta comunidad la cual está por cumplir 100 años. Su padre venía de Argentina y conoce a su madre en Pichico con quien se casa y comienza a armar familia. A sus cinco años su padre decide migrar en busca de un mejor vivir para su familia pues en Pichico la pobreza es histórica. Después de múltiples migraciones por los alrededores del lago Ranco y un matrimonio fallido, Gladys decide volver a las tierras donde nació y empezar de cero. Hoy trabaja dos días a la semana en labores que la Municipalidad le entrega esporádicamente a algunas mujeres, vive con su hija de 12 años en su casa y dice estar tranquila. Sin embargo, hay algo que me llama la atención. Cuando le preguntamos si se iría de acá, a diferencia de los otros entrevistados de mayor edad, ella responde que de todas maneras, que así como hizo su padre quiere darle más oportunidades a su hija, de que sea profesional y tenga un trabajo bien pagado, que no viva como ella, que sea más. La migración es un fenómeno que marca la historia de Pichico, y para esto las razones no son solo naturales a raíz de las erupciones volcánicas, sino que también económicas y sociales. No hay trabajo, existe una omisión por parte de las autoridades de sus necesidades básicas y lo más triste, la fragmentación social es tan profunda que la solución de sus problemáticas esperan por años a que los oídos de los políticos ausentes se hagan cargo o la comunidad comprenda que es la fuerza colectiva la única que puede llevarlos a tener en un futuro una mejor calidad de vida.