Junto con Consuelo, comparto (Mariano) el hecho de ser los únicos del equipo que han estado en la entrada y salida de la residencia. Llegamos aquí sin tener un espacio físico para vivir y trabajar, y ya junto a nuestro equipo nos despedimos de la isla habiendo levantado más espacios a los cuales volver: dos residuotecas, una ropoteka y la invitación de nuestras vecinas a que volvamos pronto. Otro de los puntos importantes de mi estadía aquí es que, debido a los necesarios relevos y durante algunos días, fui el único de nuestro equipo que estuvo sólo en la isla, el único que se enfrentó a la soledad en la isla.
Como buen doceñador (doceñar es un verbo que creamos para definir nuestro hacer, una palabra juguetona, reciclada, un verbo zurcido en patchwork, algo así como reciclar, compartir, co-crear, hacer con amor, etc.) lo primero que veo en los lugares a donde voy a trabajar es la abundancia en deshechos producidos en la zona, desde sacos de pan que quedaron en evidencia luego del incendio en Valparaíso del 2014, así como montones de muestras textiles encontrados en los cestos de basura de algún departamento de diseño de moda de la ciudad de Santiago.
Al llegar al puerto de Lota en nuestra primera visita en julio, me llamó la atención la cantidad de red de pescar que había. Estaba por todas partes, había montañas de red junto al muelle y al llegar a la isla esta tendencia se agudizó; tirada en las playas, en los cercos de las casas, camionetas, en el piso, trampas para pancoras, en cada rincón de la isla, por montones. Al verla y con tan solo unos minutos en la región “yo” había encontrado la solución mágica…durante 3 meses trabajaríamos la red junto a las señoras de los dos colectivos de costureras y tejedoras de la isla. Somos una plataforma de reciclaje textil y la aparición de material textil en una isla donde no abunda el consumo de ropa, nos permitía movernos en una zona de confort creativa, “el trabajo con textiles”. En unos pocos minutos –“yo”- había trazado un plan en mi cabeza ¡que no presentaba fisuras! Enviaría a Valparaíso la red para que, una parte del equipo que estaba allí, construyera objetos que más tarde serían enviados aquí por correo, “me” sentaría con las señoras con las que habíamos hablado varias veces y “les” haría la propuesta: juntos construiríamos algunas piezas para exhibir en el Mercedes fashion week Santiago 2017, #upcycling #diseñolocal #comunidad #artecolaborativo. Nada podía fallar.
Salimos a recolectar red y Akira (mi hijo) fue mi socio en esa misión, la que fue un éxito. Un par de grandes paños de red que encontré en el patio de casa de Silvita (nuestra madre adoptiva aquí) fueron directo a Santiago y a Valparaíso. A la semana ya se habían transformado en zapatos, algunos bolsos y prendas de vestir. Todo marchaba sobre ruedas, las fotos que me llegaban desde el continente eran más que alentadoras y los resultados sorprendentes.
Días después, con “mi” mejor sonrisa y estado de ánimo, junto al resto del equipo y acompañados de algunas piezas físicas que habían llegado a la isla desde el continente “fui” con Las Arañitas tejedoras y Las 33 del refugio. Al llegar allí “me” recibieron alegres, disfrutaron y se sorprendieron de las cosas que habíamos construido con red, y también con una gran sonrisa -más bien entre risas de incredulidad-, respondieron a “mi” propuesta diciéndome que preferían trabajar otro material, dado que luego de sus jornadas de trabajo algunas solían coser o reparar para sus maridos los Quiñe (bolsa de red para contener mariscos) y preferían otro material. Otras señoras simplemente estaban aburridas de la red, un objeto del mundo de los hombres que irrumpe en su taller, en un espacio que preferirían guardar solo para ellas. “Mi” propuesta había fracasado rotundamente, sin embargo nuestra colección NAKAMA, presentada en el MBFW fue muy bien recibida. Si bien la red y la isla estuvieron presentes en lo conceptual en el desfile, nada de lo exhibido estuvo vinculado directamente a nuestra residencia como “yo” hubiese querido.
Volviendo a la red, ella está formada por un montón de hilos o cuerdas. Ninguno podría cumplir su trabajo si no estuviera anudado junto a los otros. Por distintas razones nuestra relación con los grupo de señoras costureras y tejedoras no fue tan fluida en los dos primeros meses de la residencia como “yo” había pensado. Durante una de las primeras actividades con niños que realizamos en la casa, unas calaveras de vaca pintada de flúor que usamos de adorno, alejó a uno de los grupos de señoras, las del norte, con las que habíamos avanzado más en nuestra relación. Con el otro grupo de señoras, Las Arañitas Tejedoras, nuestras vecinas del sur, debido a la cantidad de focos de acción de nuestro residencia y los tiempos de ellas -es importante aclarar que nuestro talleres, reuniones y paseos solo eran durante su horario de trabajo, siempre y cuando no tuvieran mucho que hacer o simplemente no tuvieran otra actividad en su agenda- los vínculos tardaron más tiempo en cuajar de lo que hubiéramos querido.
Al estar solo tuve un sueño extraño (los sueños intensos y vívidos en esta isla fueron una constante en la residencia), en él había varios amigos acompañándome. Nunca logré identificar el significado del sueño, simplemente fue más intenso de lo normal. En él me sentía en una gran fiesta, donde la pasaba muy bien y una reconfortante sensación de plenitud. No le di mucha importancia a esto, inclusive lo olvidé, hasta que hoy caminado por la playa de Las tres cuevas, lo recordé. En los días siguientes al sueño y con la misma premisa que había tenido hasta ahora nuestra residencia, comencé sin mucha lógica aparente a invitar algunos amigos, hasta aquí nada anormal. El problema fue que las invitaciones superaban nuestra capacidad de alojamiento y nuestro presupuesto de alimentación. Teníamos capacidad de habitar 5 personas en casa y junto a los invitados hacíamos 13. Lógicamente el resto del equipo levantó alarmas, las que no eran infundadas.
Después de un tiempo coordinándolo todo, comenzaron a llegar, y así como los hilos de una red, se anudaron de manera natural, como sucedió durante los 3 meses aquí pero ahora a escala. Cada uno comenzó a ocupar un lugar y, trabajando en red, los esfuerzos comenzaron a hacerse más efectivos, los focos de acción aumentaron y el tiempo perdido –o truncado- se recuperó. Los 13 actuaron como verdaderos Nakamas, priorizando el propósito que comparten por sobre la meta individual. Todos con sus especialidades (músic@s, diseñador@s, audiovisualistas y gestor@s), compartieron su ser. Y siendo… hicieron. Finalmente, y de otra manera, esa obsesión inicial individual de trabajar “la red” con las señoras llegó a buen puerto, no como “yo” lo había pensado, sino como todos juntos lo hicimos, en red.