El proceso de residencia de arte colaborativo en la comunidad de Pichico está llegando a su fin y se vuelve necesario ir cerrando ciclos desde el trabajo en sí mismo pero también desde lo humano. La experiencia es única y es que cada persona es un mundo que hemos ido conociendo y con el cual nos hemos ido imbricando, así mismo como lo hicimos con el entorno geográfico que nos maravilló desde un inicio por sus hermosos paisajes y secretos. En una comunidad bastante disgregada y con escasos espacios de encuentro, nos fue difícil ir generando los primeros lazos, las personas nos miraban con algo de desconfianza pues nuestro proyecto se encontraba fuera de lo que están acostumbrados a tratar con los programas estatales, que ya se encuentran instalados en su cotidiano, sin embargo, fueron estos mismos los que nos permitieron encontrarnos en sus reuniones y así irnos conociendo. En estas instancias conectamos con algunas personas que nos parecieron clave para el trabajo que se quería realizar, pues era evidente su mayor relación con el resto de la comunidad y liderazgo dentro del territorio. Así fue como de a poco nos abrieron la puerta de sus casas para después abrir sus vidas y contarnos de sus amores y pesares y de cómo es vivir en este espacio alejado de la vorágine citadina de la cual veníamos. El recibimiento fue cada vez más cálido y si nosotros pusimos nuestros oídos y un poco de yerba mate, ellos nos entregaron sus palabras y sopaipillas, pan amasado y carne recién preparada. Nosotros muy agradecidos de su calidez y ellos de que estuviéramos aportando a la valoración de su historia personal y comunitaria nos mantuvimos en contacto y al tanto de su salud y eventualidades. Así llegamos a este punto donde bajo el lente de las cámaras los invitamos a tener un último encuentro en el espacio más íntimo de sus hogares. En una tarde ya calurosa de este noviembre que nos renovó con días de sol esplendoroso, que no habíamos visto durante estos meses, emprendimos nuestra tan transitada ruta hacia Pichico deleitando las miradas con este paisaje que pronto abandonaremos. La conversa como siempre se dio con mate dulce y pancito amasado, repasamos lo que ha sido esta experiencia de encuentros personales y colectivos que hemos realizado, los que han visto y sabido del trabajo en la escuela y de nuestras andanzas por estos parajes. La evaluación general fue positiva, el compartir para ellos y nosotros fue muy gratificante y están contentos de que esta iniciativa que va más allá del apoyo a la solución de problemáticas materiales –aunque también básicas- que cubren otros programas como FOSIS o INDAP, haya llegado a recordarles que ellos y su territorio tienen muchas historias que contarles al mundo, un mundo que hoy por hoy no logra conectarse con lo local y sus otredades.