Tuve que ir a Santiago a entregar un examen para un magíster que estoy cursando. Después del aprendizaje que vas acumulando en todos los viajes, con personas de diversos territorios y múltiples modos de hacer, es muy problemático tener que entrar en la lógica académica del montaje, del espacio protegido, de la lógica académica, del cubo blanco, bien derechito, limpiecito, correctito. Raúl Ruiz o Juan Downey montaban acontecimientos, podríamos decir que el cine tendría la posibilidad técnica para acercarse al arte del acontecimiento, donde la agilidad poético/técnica de la disciplina es clave para montar lo que se quiere representar. Pero en el caso del registro de una performance ¿dónde está el arte? ¿En la capacidad de la cámara para dar cuenta de lo que pasó?, ¿de la lucidez del montaje?, ¿de la edición? o habría que pensar primero que si hubo arte, ya fue, y asumir que cuando estamos frente al registro, no estamos frente al arte del asunto, si no que estamos frente un mero vestigio editado de una multiplicidad de hechos y voluntades que confluyeron en un espacio en algún momento.