Estamos en plenos días de fiestas patrias, la fiesta parece ser eterna, las banderas que flamean con el viento rebelde de las quebradas anuncian ramadas por todas partes. Vivo este tránsito festivo de traslado en traslado, al tal punto de perderme en las subidas a Vista Hermosa. Es como si este recorrido fuese atemporal.
Las vecinas en su mayoría madres jóvenes, me ayudan en toda la instalación, ahora seré una vecina más. Me hacen parte de sus traslados y recorridos, sintiendo cómo la bienvenida parte desde lo casual, a partir del convivir juntas. Esto me emociona y me hace sentir en casa. La ruralidad de acá es muy cercana a la ruralidad de la cual provengo. Se va tejiendo una interculturalidad mestiza e histórica, transitamos por nuestra propia historia al compartir relatos que nos acercan cada vez más. Desde un viaje a Vallenar en su auto, desde mover muebles, hasta mejorar situaciones de agua y comida. Ni hablar de las salidas a los campos, ellas te van enseñando las rutas, te hablan siempre desde la vista, desde como se ve y de cómo te sientes estando ahí.
Todo se va moviendo y yo me voy moviendo con ellas y ellos.