Hace un tiempo atrás, conversando con los niños de la escuela Estrella Solitaria, les preguntamos cómo resumirían en una palabra o frase lo que significaba la escuela para ellos, y todos mencionaron la palabra AMOR. Luego de una primera etapa de tantear el terreno físico y social nos convencimos definitivamente de que la escuela es quizás uno de los lugares más significativo para la comunidad. Este espacio que abrió sus puertas por el año 1997 ha sido un eje movilizador de la vida dentro de Pichico pues, como ellos mismos reconocen, no solo se han educado varias generaciones que en otras condiciones probablemente no podrían ni haber terminado la enseñanza básica, sino que también porque se ha vuelto un lugar de encuentro en donde se construye el valioso aunque débil tejido social que posee esta comunidad. Esto nos ha llevado a trabajar de manera constante con los niños quienes nos han permitido conocer la historia de la vida comunitaria pichicana y a cada uno de sus habitantes, además de ampliar los vínculos con todos aquellos que de alguna manera se relacionan con la escuela. El compartir con ellos nos ha enseñado mucho, pero quizás lo principal ha sido que nos han mostrado que es esta generación, la más pequeña, son quienes están llamados a abrirle los ojos al resto de la comunidad sobre las problemáticas que los aquejan y a darles una oportunidad de solucionarlas de manera colectiva para alcanzar así mayores niveles de desarrollo material y social. En estos días quisimos conocer a sus familias, su historia personal y la manera en cómo se relacionan, pero además compartimos en torno a la reutilización de los objetos que los rodean y que se encuentran en desuso, relacionando de esta forma elementos de su vida personal y social que aporten a la expresión de las opiniones y emociones que tienen sobre el contexto que los rodea, y motiven así la germinación de nuevas ideas sobre cómo pueden hacerse protagonistas de un cambio para el mejor vivir.