Danilo Petrovich: Llegamos cerca de la medianoche a la Residencial en Palmilla, donde nos está esperando Carlo con el carbón prendido. Es la primera vez que estoy en este lugar y no logro orientarme del todo en el camino. Pasando por un callejón, intento adelantar a un auto, pero este no me deja, tirándome la maquina encima. Luego lo intento otra vez y lo mismo. Venimos viajando desde el sur, cerca de Linares. Estuvimos grabando todo el día a un cantor a lo divino, “Chincolito” y a su aprendiz, Jesús, para una Antología de Canto a lo Divino que estamos realizando junto a Daniel González y Jessica Bruna, quienes vienen también en el auto. De la ruta 5 sur, tomamos una carretera interna a la altura de Teno, pasando por Chépica, Nancahua y luego por fuera de Santa Cruz para llegar a Palmilla. Mientras, venimos en el auto conversamos sobre la gran cantidad de localidades no tan pequeñas que pueblan esta región y también la del Maule. Por distintos motivos, en los últimos dos años he conocido gran cantidad de “pueblos” en estas regiones que hasta hace poco no figuraban en mi cabeza. Recurrentemente he tenido que viajar desde Valparaíso hacia Cauquenes, casi siempre optando por irme por dentro: Casablanca, San Antonio, Rapel de Navidad, Litueche, Marchihue, Alcones, Pumanque, Nilahue, Ranguil, Huerta de Mataquito, San Rafael, etc. La mayoría de estos pueblos están ligados para mí por distintos motivos, principalmente porque en ellos abundan los cantores a lo divino, que es lo que he estado investigado durante los últimos 8 años, y también porque la mayoría de ellos se vieron afectados seriamente por los incendios de comienzos de este año. Para mi entonces comienzan a formar parte de un paisaje. El año pasado también nos tocó junto a Carlo realizar una residencia en la localidad de Huerta de Mataquito, en la séptima región. Allí pudimos conocer gran parte de los poblados de la ribera del río Mataquito: Huerta, Hualañé, Licantén, Lora, Curepto, entre otros. Ese río es más o menos la frontera que divide la sexta de la séptima región, y coincidentemente también se constituye como una suerte de frontera cultural en donde, por ejemplo, la práctica del canto a lo divino se transforma y toma otras características hacia el sur. Esta vez nos toca realizar la residencia en la comuna de Palmilla, lugar donde también abundan los cantores. Si bien no pensamos esta residencia directamente en relación con el tema del canto a lo divino, no puedo dejar de asociar un montón de cosas de lo que comienzo a ver acá con esta tradición y con las condiciones para su existencia. El canto a lo divino tiene que ver de alguna manera con la formación de estos pueblos y localidades que nombro atrás, que pasaron de situaciones totalmente rurales, a hoy en día convertirse en pequeñas ciudades incluso. Una de las preguntas que me hago hace ya varios meses, es si podemos hoy en día pensar en estos lugares como “pueblos”. ¿Es este concepto pertinente para pensar estos lugares? Y no solo el concepto de pueblo, sino también el de “comunidad”. ¿Qué son las comunidades hoy en día? ¿Existen? Creo que parte de la reflexión que espero aportar a partir de esta residencia apunta hacia esa esfera, por supuesto con la tarea de ver como el arte, o en este caso el llamado “arte colaborativo” puede servir para entender este mundo contemporáneo de pueblos que ya no son pueblos y comunidades, que a mi gusto, poco a poco se van acabando.
Nos levantamos y salimos a recorrer la comuna para comenzar a familiarizarnos con los sectores. Almorzamos en el Huique en un Restaurant al frente del Museo. Luego damos una visita guiada por este. Volvemos a la residencial. En la noche salimos para la localidad de Alcones a una vigilia con cantores a lo divino. Estamos un rato y nos devolvemos. No nos reviste mucho interés.