La comunidad de Pichico está conformada por unas 60 familias, todas ellas parte de un mismo tronco, el apellido Catrihual. La distancia entre sus casas va desde unos metros hasta kilómetros, los caminos que los conectan con unos cuantos días de lluvia se vuelven intransitables y para qué decir cuando se cubren de nieve, donde la comunicación se hace prácticamente nula. El territorio y el clima junto a múltiples evacuaciones que los han movilizado a lugares alejados debido a las erupciones volcánicas, han afectado los lazos comunitarios y hoy en día es difícil encontrar espacios de encuentro más que los días de culto en las iglesias evangélicas, que abundan por estos lados, en los cuales diversas generaciones se unen en torno al canto a lo divino, coro de voces devotas que se escuchan en los distintos rincones de este bello paisaje. No obstante a que las relaciones comunitarias no son estrechas, sí hay algo que tienen en común y que de alguna forma los mantiene unidos- aunque en ocasiones ese lazo se vuelva imperceptible- y ese algo es que todos y cada uno de ellos es una de las ramas de un mismo árbol familiar. Después de varios intentos fallidos pudimos al fin conocer al lonko de la comunidad, Don Martín Catrihual, del que tanto nos habían hablado, pues es uno de los integrantes de más edad además de reconocido por sus conocimientos sobre la historia y el territorio de Pichico. Sale a nuestro encuentro y nos hace pasar rápidamente a su humilde casa donde nos instalamos junto a su esposa antes de que la lluvia de octubre nos alcance. Historias de una juventud aventurera pasaban entre mate y mate, luego el almuerzo, las sopaipillas, la visita de la hija, el yerno y los nietos, sus propias historias sobre el probar suerte en otros parajes porque “en Pichico no hay trabajo”, las leyendas del león contadas por los antiguos y el cuero de uno de ellos que don Martín mató de un balazo, pero que no recuerda donde quedó. Esperamos que escampe para marcharnos pero mientras otro mate y un recetario de medicamentos naturales, para el enfriamiento cogollo de Arrayán y azúcar quemada en brasa, para el resfrío el vino caliente y otros infalibles que han levantado a hombres moribundos.
En la superficie pareciera que nada los une, pero introduce la mano un poco bajo la tierra y encontrarás las raíces.