Sabíamos de antemano que la comunidad de Pichico vivía con grandes necesidades. La vida en el campo ya es dura, levantarse de madrugada a cuidar de sus animales y de los pocos recursos que brinda una tierra infértil debido a las capas de lava volcánica que han dejado a su paso las constantes erupciones del cordón Caulle y el frío clima que hasta en plena primavera nos despierta aun con lluvias y nevadas. Si le sumamos a esto una comunidad empobrecida socioeconómica y culturalmente, el panorama parece ser desolador. Sin embargo, esta comunidad que poca vida comunitaria posee debido a factores ambientales e históricos, tiene una gran riqueza humana que hemos comenzado a descubrir muy de a poco a medida que nos han abierto puertas para conocer sus historias de vida. Hoy fue un día importante para ello, nuestra primera entrevistada, la señora Sonia Catrihual, que nos esperaba con su perro a la entrada de la casa a eso de las 12 de un día helado en Pichico. Nos ofreció un café que más bien se convirtió en un almuerzo con carne, pan recién horneado y unos deliciosos calzones rotos acompañados de mate dulce. La conversa fluyó y tanto ella como su hija nos abrieron ahora su corazón para contarnos su vida, no exenta de sufrimientos y devenires en un territorio bastante hostil, pero que no deja de tener recuerdos cálidos de una infancia en el campo.
Se acercaba la reunión de finalización de FOSIS en la escuela Estrella Solitaria, unos metros más arriba de la casa, a la cual partimos caminando bajo una lluvia tenue mientras nos contaban los nombres de los árboles del sector que muy bien conocen, el canelo, coihue y la quila nos saludaban al paso. Por fin llegamos, compartimos un café con el resto de las mujeres que participan de esta instancia y al finalizar, las invitamos al inicio de nuestra búsqueda en relación a los relatos de Pichico, les contamos del afectuoso encuentro del que veníamos con Sonia y conversamos sobre la importancia del rescate de su historia, desde sus protagonistas que son quienes la escriben todos los días, incluso hoy, en este rincón de la montaña que parece olvidado por el resto del mundo.