El tercer sendero de este proyecto busca realizar una acción dentro de un entorno natural común y cercano a los y las vecinas. Desde el primer día que llegué se me habló de “Piedras grandes”. Sector popular para desarrollar encuentros tipo las fondas de “Fiestas Patrias”. Está ubicado a tan solo seis kilómetros de Freirina.
La señora Juanita, presidenta de la junta de vecinos ofreció su furgón para ir, todas estábamos muy entusiasmadas. Se decidió preparar una colación saludable, mientras yo ofrecía unos jugos especiales para quemar grasas. Ellas ofrecían unas brochetas de frutas. Mi sorpresa fue grande cuando, al llegar a la junta de vecinos, me voy enterando de que solo asistirían tres. Las excusas pasaban porque justo había una actividad en el jardín infantil, en donde tenían que llevar a los niños disfrazados. Por otro lado, la Municipalidad había comenzado a realizar unos cursos de gasfitería en donde, por asistir, les pagan tres mil pesos. Contra eso imposible competir…
No obstante decidimos ir igual.
Don Queno llevó su guitarra, apenas subimos al furgón nos deleitó con canciones. Al llegar, Francisca nos estaba esperando, ella se fue en bicicleta.
Decidimos subir al monte más alto, en el camino fuimos reconociendo las plantas silvestres. Nos comentaban, el para qué servía cada planta y sus características. Al llegar cansados todos, observamos el paisaje, el mar, los cercos de agro súper, los montes, el cielo, el camino a quebradita y a lo lejos, muy lejos, Freirina.
Luego cada una y uno recibió su nueva herramienta de trabajo: un mat. La idea con este mat, es acercar el trabajo espiritual que hay detrás de la alfombra. Una vecina señaló: “Esta es mi alfombra voladora”, me sentí feliz con ese comentario.
Decidimos acomodarnos en la piedra más grande, para que todos pudiesen poner su mat, cada uno se recostó sobre él y cerraron sus ojos. Comencé a guiar una experiencia meditativa. Los acompañé por un viaje a su cuerpo, para luego partir un nuevo viaje a Vista Hermosa. Viajaron a través de su mente. Al abrir sus ojos, cada una y uno, tomó su libreta y escribió su experiencia.
Al regresar, elegimos un espacio tipo ramada que tenía una malla kiwi negra, por la sombra era el lugar perfecto para compartir la merienda. Don Queno nuevamente sacó la guitarra, cantamos, reímos y bailamos. Éramos pocos, pero no por eso dejó de ser una gran experiencia.