Esta vez el primero en llegar fue un hombre, Don Queno, el mismo hombre que me ayudó con la maleta esa noche oscura. Este señor se ha convertido en un ser emblemático en mi residencia, ya que para subir y bajar a mi casa, debo pasar por su casa, que queda justo en una curva. Cuando realicé el ejercicio en las bitácoras, donde cada una debía dibujar el mapa a su casa, las vecinas me pidieron que yo también desarrollara mi propio mapa, fue así que cuando lo describí señale ese sector como “La curva de Don Queno”. Esto causó una risa desbordante entre las vecinas. Pasarían los días y Don Queno me dice: “toda la población me molesta con la curva de Don Queno…”. Yo me imaginé que le molestaba, le pedí disculpas incluso, pero estaba feliz. De este modo lo comencé a entusiasmar con la participación.
El nuevo sendero que hemos decidido redescubrir, es el que tiene más vida orgánica. Esta vez llegaron las vecinas listas y dispuestas con sus bitácoras, les indiqué que cada una debía recolectar algo de este transitar sin hacer ningún comentario, igual que la vez anterior.
Las conclusiones, merienda y recolecciones las hicimos en la curva de Don Queno, lugar donde se dio fin a la actividad. Nos percatamos que muchas recolectaron flores silvestres, como otras, que recolectaron basura, cada una las pegó en su bitácora. También señalaron lo lindo que se ve el lugar, ahora limpio, gracias a una iniciativa por parte de CONAF que dispone de un grupo de vecinas en el trabajo de limpiar el sector. Señalaron que antes había que “chutiar” la basura para transitar. Lo que rescato de este comentario, es que se logró debatir el rol que cumplen las instituciones en el mantenimiento de la limpieza, ya que sin bien es una ayuda, también debe existir la autoconciencia de cada individuo por mantener su lugar limpio. Esto nos ayudó a prever el trabajo próximo, en donde debemos limpiar la escalera el día sábado.