Nos levantamos como día Lunes. Una de las tareas que tenemos para este día es imprimir fotografías que fueron tomadas previamente por Gastón, comprar marcos e ir a dejarlas a algunos de los retratados. Luego de tomar desayuno partimos con Gastón para Santa Cruz a ver si pillamos algún lugar para imprimir y luego un supermercado chino donde encontremos marcos a buen precio.
Recorremos el centro de Santa Cruz imaginándonos como habrá sido hace 30 años atrás, sin tanta variedad de productos y de tiendas, sin la llegada de los productos chinos, el contraste entre las chillonas tiendas comerciales y la antigua arquitectura de adobe del pueblo es fuerte. Es innegable pensar en los terremotos para entender la transformación del paisaje urbano y rural de esta zona. Encontramos el lugar para imprimir, los marcos, y nos devolvemos para Palmilla. Allí Gastón se encarga de realizar la tarea de cortar la fotos y dejarlas bonitas. Si bien el devolver una foto es un gesto pequeño, e incluso si se quiere estratégico, encierra algo enigmático, que es justamente el acto de entregar de parte del fotógrafo una representación de un momento en el cual alguien se dejó retratar y ahora esta revisitando ese momento y ese lugar a partir de una foto, que es la vista de otra persona sobre él. Es un poco enredado, pero también tiene que ver con un gesto de cariño, que a partir del desorden que significa tomar una foto, desorden cristalizado en el sonido del obturador, vuelve a ordenarse a partir de la devolución de esa foto para que pueda ser dispuesta como se quiera por parte del registrado. Es una problemática de distancia, de aproximación. Ese también es uno de los problemas que nos interesa como MUCAM.
Entendemos por “aproximación audiovisual” también es una suerte de distancia, ya que en el doble juego de la observación mediada por herramientas de registro, siempre existe una confianza basada, primero en la memoria de la mirada atenta del observador in situ, así como en la posibilidad de una mirada posterior inserta en el registro que nos permite generar terceras, cuartas e infinitas visiones, introduciéndose de esta manera una lógica múltiple de montaje, tanto en el encuadre y posicionamiento en terreno, como en la manipulación posterior del registro. Acerca de esta distancia y en términos más sensibles , Bourdieu nos dice:
“La fotografía es, en efecto, una manifestación de la distancia del observador que registra y que no olvida lo que registra (lo que no siempre es fácil en las situaciones familiares, como el baile), pero supone también toda la proximidad del familiar, atento y sensible a los detalles imperceptibles que la familiaridad le permite y le impulsa a captar e interpretar sobre el terreno (¿no se dice del que se comporta bien, cordialmente, que es “atento”?), a todo eso infinitamente pequeño de la práctica que escapa a menudo al etnólogo más atento. Está ligada a la relación que siempre he mantenido con mi objeto, del que nunca he olvidado que se trataba de personas sobre las que yo ponía una mirada que de buen grado, a no ser por temor al ridículo, llamaría afectuosa, y con frecuencia tierna”.