Hoy tuvimos reunión con las profesoras del Liceo de Puerto Norte. Queremos comenzar a hacer puente entre ellos y lo que ya hemos empezado en Puerto Sur, de manera que los distintos focos que conforman el proyecto vayan atándose en un solo camino (siempre suena más bonito escrito que en nuestras cabezas). Ellas son materia dispuesta. Poseen el humor y la energía que ya comenzábamos a extrañar en nuestro nuevo ritmo de vida.
Mientras intercambiamos ideas nos muestran el patio del Liceo, que es nuestro primer objetivo a intervenir. Juegos, asientos, invernaderos, murales, cercos. Todo falta en este espacio, que no es más que espacio abierto (si quisiéramos hacer compost los animales de Puerto Norte se lo comerían, tal como hemos comprobado cuando tomamos desayuno en nuestra casa y por la ventana vemos pasar la familia de chanchos que desayuna en nuestro patio también). En estos momentos, cuando ya hemos recorrido gran parte del camino y las redes de colaboración aumentan, los espacios abiertos no asustan, sino que emocionan: Hay que medir, delimitar, fantasear, concretar, echarlo todo en una olla de señoras, niños, niñas, recicladores, profesores, profesoras, cocer a fuego lento y luego ver qué resulta.