A tan solo unos días de cumplir los 3 meses de residencia de arte colaborativo en la comunidad de Pichico, comenzamos a cerrar el ciclo de trabajo que ha significado esta, tanto con los niños como con sus habitantes más antiguos. La salida no es fácil y es que además de tener en cuenta las actividades diarias en el poco tiempo que queda, también estamos ordenando la gran cantidad de información y registros llevados a cabo a lo largo del proceso. Si a esto le sumamos el estar muy presentes, en cuerpo y alma para vivir y disfrutar nuestros últimos días, observar el entorno y a las personas para mantenerlas en nuestra retina, además de las últimas conversaciones y reflexiones con agentes que fueron parte fundamental del proyecto, han sido días intensos. Sin embargo, estábamos muy conectadas de manera consciente con la etapa de finalización y por lo tanto, hilando fino sobre la mejor manera en que podríamos plasmar en un último encuentro con la comunidad todo lo que experimentamos y sentimos durante este tiempo. Observándolo como un proceso complejo en donde a pesar del corto tiempo pasaron muchas cosas, visualizamos cuatro momentos claves que le fueron otorgando una personalidad propia al proyecto y lo fueron moldeando al igual que a nosotros, en base al feedback que teníamos con las personas y el análisis global que hicimos del contexto socio-cultural de Pichico. No fue fácil dejar algunas anécdotas de lado o vivencias que a nivel emocional nos marcaron –como las imitaciones de los niños durante algunos encuentros, o cuando improvisamos una carpa dentro de la sala para contar historias de terror y terminamos todos asustados- sin embargo sintetizamos este tiempo en un primer momento, que denominamos “conociéndonos con los niños de la escuela Estrella Solitaria”, en un segundo momento marcado por el trabajo con los habitantes adultos –“la comunidad pichicana”, el trawun de niños, en tercer lugar, donde además de un hermoso proceso creativo, de manera íntima, estos realizaron la lectura dramatizada de un cuento basado en las mismas historias contadas por ellos, y finalmente la confección del árbol de objetos, momento que estuvo liderado por nuestro amigo Queno quien lo abordó teniendo como eje central la identidad pichicana a través del reciclaje. Así fue como al igual que el agua de esteros y ríos que fluyen por este imponente territorio, se configuró un recorrido que realizamos junto a los asistentes, el cual culminó con la presentación del Pichikibay, pequeño teatro de papel que nos narró el relato que resultó de la confluencia de las historias contadas por diferentes generaciones y que fue ilustrado en base a los dibujos de los propios niños. En cada espacio de este encuentro que lo llamamos Trawun de agradecimiento, había eso, un gracias dado con todo el corazón por recibirnos, por darnos ánimo para continuar el trabajo, por abrirse a experimentar desde sus propias vivencias lenguajes desconocidos, por enseñarnos a confiar más y a preocuparnos menos, a disfrutar de las cosas simples y sobre todo, a los niños de la Escuela Estrella Solitaria quienes hicieron que estos tres meses solo sintiéramos goce y amor al compartir con ellos.
Las comunidades pueden tener un mayor o menor nivel de desarrollo económico, social y cultural, pero en todas ellas como en los seres humanos en general, existe la necesidad de encontrarnos pues es en esos momentos donde sentimos la satisfacción de lo colectivo y propio, la cual no nos da ninguna otra actividad que realicemos. Ese día todas las generaciones pichicanas reunidas y nosotros mismos, nos encontrábamos muy emocionados y alegres de compartir en torno a algo que se había generado de manera conjunta. Ese día en Pichico se hizo comunidad y esperamos que esta no vuelva a caer en el olvido.