Cuando iniciamos la confección del proyecto de residencia de arte colaborativo en la comunidad de Pichico, nos propusimos como un objetivo clave el fortalecimiento identitario y del sentido de pertenencia en tanto creemos que son fundamentales para que los grupos humanos podamos avanzar con conciencia hacia el cuidado de nuestro entorno, nuestros vecinos y nosotros mismos, teniendo como horizonte una vida más armónica y feliz. La primera lectura del territorio de Pichico era bastante desalentadora: existe una casi nula vida comunitaria, los lazos a pesar de ser sanguíneos -pues provienen de un mismo tronco familiar- son débiles y hay una inexistencia de reconocimiento de la cultura mapuche y sus tradiciones, incluso un escaso sentido de pertenencia con el territorio. El apellido Catrihual parecía ser lo único que los unía y su significado –Guala o ave herida- parecía que en sí mismo quería contarnos sobre su propia historia, pues ha sido una comunidad herida a lo largo del tiempo por los desastres naturales y sus consecuencias sociales, por la pobreza y el olvido. En la búsqueda de encontrar elementos comunes, fuimos recopilando historias y/o leyendas del lugar como la del culebrón, marinos y leones que nos hicieron viajar juntos al mundo de la imaginación y dieron un primer paso hacia la aparición de evidencias sobre un lenguaje y cultura compartida. Pero también fuimos conociendo historias de vida que pasan en un mismo espacio y que a pesar de ser muy particulares, tanto en el caso de los antiguos como de los niños, son el segundo paso hacia el reconocimiento y apropiación de una identidad común. Niños y niñas, mujeres, hombres y ancianos que viven su cotidiano rodeados de volcanes, lagunas, chivos y caballos, fríos inviernos y cada vez más calurosos veranos, con escasez de agua, pobreza, en torno a la estufa a leña con mate y sopaipillas. Podemos reconocer nuestras particularidades, son bellas y muy importantes para nuestro desarrollo, pero lo más importante es visualizar nuestros elementos comunes, lo que nos une a otros, lo que tenemos en común porque nacimos y crecimos en este contexto, y poder mostrar con orgullo lo que somos, porque es ese ser pichicano la fuerza que puede transformar este hermoso territorio en una tierra de oportunidades para el bienestar común. Hoy nos miramos a nosotros mismos, nuestro ser individual y social y lo plasmamos en un personaje confeccionado con materiales reciclados y del entorno. Aquí los pequeños seres pichicanos.