Para esta semana con César planificamos una experiencia distinta con las señoras que estamos trabajando el tejido. Por un lado queríamos motivarlas a que participaran en la actividad que hemos llamado “Paihuano en un plato” y que nos aportaran con experienias, opiniones e ideas de cómo podrÍa ser un plato de Paihuano, y por otro lado queríamos removerlas un poco, sacarlas de sus espectativas de taller y crear una experiencia sensorial que las abriera, les activara sus recuerdos, sensaciones y percepciones de ellas mismas. Entonces decidimos vendarles los ojos y hacerles un viaje sensorial donde puedieran escuchar, oler, palpar y probar distintas texturas, temperaturas, hierbas, olores, además del desafiante ejercicio de la confianza que entregas al dejar que te venden los ojos.
Sabíamos que era bien arriesgado, que son señoras adultas y que muchas veces con estos grupos no “conviene” innovar mucho ni sacarlas de lo que están acostumbradas, pero esta residencia es un desafío, es tomar riesgos para poner a prueba nuestras hipótesis e intuiciones, así que lo hicimos y resultó muy interesante.
Efectivamente al principio varias parecían asustadas o desconcertadas con la idea de entrar a una sala sin saber para qué y con los ojos vendados. Pero la curiosidad fue más fuerte y se entregaron a nuestros brazos y muertas de la risa de la “locura” que estaban haciendo: “tantos años que no vendo los ojos yo”, “¿vamos a jugar a la gallinita ciega?” fueron algunos comentarios previos.
Entraban a una atmósfera al principio ruidosa y despues terminaban disfrutando la vibración de los cuencos tibetanos, adentro podían oler hierbas, probar frutas, acariciar texturas de todo tipo. Intentamos entregar un abanico de sensaciones pero que despertaran sus memorias de ingredientes, de condimentos o platos de los que no tuviesemos registro, era nuestra intención secreta.
Entraban asustadas y salían riendo o con cara de desconcertadas. Después volvimos a la sala que estamos trabajando y les preguntamos percepciones: “yo me acordé de cuando hacía asados con mi papá y de cuando íbamos a comprar condimentos a la feria”, “ yo no sentí nada”, “ había Paico, perejil, olivo falso, harina…” fueron algunos comentarios. La señora Blanca, que es la que siempre opina y dice lo que piensa, me pregunta para qué hicimos esto. Yo les conté de la manera más simple que pude, pero sus caras de no entender nada de lo que decía me hicieron terminar con un “jugar un rato, hacer algo distinto” y les conté lo de “Paihuano en un plato”. Entonces varias se motivaron y tiraron ideas “podríamos hacer un fondo grande para todos y degustar”, “podríamos hacer un locro, locro con guatitas, tanto tiempo que no preparamos eso, antes comíamos eso” “o un mote guisado con costillas asadas”, “unos porotos”, en fin… salieron efectivamente ideas que no habían salido antes, platos que no habíamos escuchado y que eran bien interesantes.
Les explicamos que la idea era cocinarlo entre todas y pasar una jornada agradable para compartir, les pareció buena idea a varias, otras se dedicaban a su trabajo como si estuvieran en una cápsula que las protegía de toda distracción.
En general este grupo de mujeres tienen un sello común: les gusta hacer con sus manos, son radicales en sus opiniones: o me encanta o lo odio, son amigas y les gusta compartir, son honestas e intensas de carácter. Ha sido un lindo encuentro irnos conociendo, gracias a ellas hemos conocido de todo un poco por sus relatos, sus impresiones y su manera de trabajar. Son mujeres de oficio, que han tenido que trabajar toda su vida, buscárselas. Aman su lugar, aman la naturaleza y son concretas, muy concretas.
Al final de la sesión nos sentamos en círculo a hablar, sentía que varias habían quedado muy marcadas por lo que habíamos hecho, la señora Elsina, que es un amor de persona, confiesa “ yo como que no entiendo mucho” y claro, les decía que está bien, que no se angustien por entender nada, que en realidad nosotros también estamos probando cosas distintas y que es normal no entender, que en realidad no hay nada que entender, sino que intentemos disfrutar y aprovechar los momentos que tenemos de encontrarnos.
Tenemos mucho que aprender y entender unos de otros todavía, estamos recién entrando a esta gruta natural donde la naturaleza es la inspiración y el inicio de todo. Fue bueno aventurarse a lo desconocido, fue una “locura” para ambas partes y eso creo que finalmente fue bueno. Tensionar entre la comodidad y lo desconocido es un ejercico que nos puede llevar a ver a los Paihuaninos tal como son, descubrirnos en nuestras diferencias y no intentar satisfacer expectativas previas ni de ellos ni de nosotros, entregarnos a la aventura de mezclar un colectivo artístico en un pueblo escondido, un mundo paralelo con sus propios códigos.