Después de tanto pensar, planear, estudiar, proyectar, proponer, aceptar, decidir y acordar una infinidad de elementos que creemos fundamentales para nuestro viaje, estamos preparando las maletas para partir al encuentro de lo que venga.
Así es. En una residencia de este tipo uno solo sabe lo que lleva en la maleta, uno solo conoce las herramientas que maneja y que puede poner al servicio de las comunidades en las que va a residir; uno solo conoce una arista de las muchas que tiene la roca que se intentará tallar para obtener el resultado final. Así como nosotros, hay muchos otros con herramientas propias en mano, esperando para contribuir desde su experiencia y sabiduría a la concreción de una labor que ninguno aún podría individualizar.
El arte colaborativo se trata de eso. Se trata de democratizar y horizontalizar este tipo de instancias, negando el paternalismo que implica decidir qué es lo que quieren o necesitan las comunidades desde una oficina llena de profesionales expertos, que no han vivido un solo día en aquel territorio y que, por lo tanto, jamás podrían comprender de manera cabal las necesidades, inquietudes y proyecciones que una comunidad desprende del análisis de lo que significa vivir la vida a diario en su territorio.
Son objetivos que pueden generar grandes expectativas y que nos obligan a los artistas a trabajar de igual a igual con los habitantes de la comunidad en la construcción de una idea. Lo que pedimos a la comunidad es que dejen su condición de receptores de talleres preconcebidos e ideas ya masticadas que les proponen una finalidad única e inmodificable, para sumarse a la remodelación de un paradigma ya extinto o en vías de extinción.
Aquí la tradición y los estereotipos se acaban.
Aquí se construye en comunidad.
Aquí todos tenemos algo que decir,
algo que pensar,
algo que aportar,
Mucho que vivir.
Así partimos. Con la convicción de enriquecernos en el camino, en el proceso, en el encuentro. Entendiendo que los resultados pueden ser muchos y que quizás ni siquiera importen en demasía, siempre y cuando el proceso vivido nos entregue todo lo que necesitamos para considerar exitosa la experiencia compartida.