Me he conseguido un cuenta hilos muy fino. Con él he logrado bajar algo que hasta hoy solo era una suposición. La correspondencia entre mallas serigrafícas y miniaturas tiene una relación de 1:2. Es gracias a este recurso (la trama de semitonos) que podemos lograr las imágenes de los afiches que invitan a las gentes que me cruzo, muchos niños que corren por los recreos de un colegio gastando toda la pila que les sea posible. Es inevitable que me vengan a hinchar, es su naturaleza: hay un ser extraño en el colegio y es correspondiente molestarlo.
Me acerco a ellos nuevamente, (es rutina cada vez que los veo, a estas alturas son una entidad personificada en varios enanos más que los nombres de cada uno, para ellos soy un policía), “te gusta dibujar?” a mí me gusta mucho escribir y dibujar, este es mi diario, mira, hasta puedes verlo con lupa.
Esta interrupción nunca dura más de un par de segundos, cualquiera de los niños que rodean al interpelado, lanza un grito y con ello explota el grupo en más gritos y corridas por los lindes de la sala. Nada que hacer. Usualmente me repliego a dibujar en el cuaderno, algunos se acercan a ver qué hago, les acerco un lápiz y un papel y vuelven a su recreo, ahora que lo pienso, yo hasta haría lo mismo.
En fin, la cosa se trata de dos puntos a saber, que el desarrollo de tramaturas y tipografías complejas para la muselina permite el abaratamiento de costos y mayor desempeño de la serigrafía en contextos adversos. En segunda instancia, mientras pienso eso, vuelvo a la mesa y me percato que el cuenta hilos ya no está. Válgame dios.