Aunque las conexiones son engorrosas y de a poco se han ido ampliando las posibilidades de traslados desde Ayacara y la península de Huequi hacia el resto de la región y país, son pocos los que realmente han salido o se han movido más allá de su cotidiana vida rural en el territorio. Así también, muchos pueden haber vivido toda su vida dentro de esta península, habiendo lugares que aún no conocen a pesar de sus accesos, a veces por estar preocupados de sus quehaceres hogareños, como dueñas de casa en roles donde la movilidad es menor dentro de su perímetro cercano; y otros por falta de oportunidad. Cuando comenzamos a elegir entre todos los del grupo los lugares adonde podríamos realizar nuestros laboratorios y experiencias creativas, nos preocupaba no solo que fueran espacios nativos donde reconocer diversos elementos que caracterizaran estas tierras, sino que también tuvieran una importancia a modo de hito geográfico o accidente natural de importancia dentro de ellas. Isla Ica resultó ser uno de esos lugares, que aunque está al frente y a no mas de diez minutos en “chata” -bote a motor al que muchos llamamos lancha pero que dada sus diferencias constructivas, dimensiones menores y rapidez, aquí bien se diferencia como “chata”- muchos del grupo jamás la habían visitado. La isla está cercana a un complejo pequeño de cultivo de choritos, y aunque al llegar se escuchan sonidos de motores que interrumpen lo natural del lugar, ya dando la vuelta todo es mar abierto hacia el otro lado y terreno casi virgen.
Carlos Silva propone como ejercicio simple a todos, jugar con diferentes cámaras de foto que hemos traído y con los propios celulares, para generar imágenes a través del punto de vista propio bajo dos pies forzados: lo que está cerca y lo que está lejos. Motivamos al grupo acerca de la importancia de volver la mirada al recuadro, a tomar atención mientras visitamos la isla sobre qué estoy eligiendo fotografiar y qué no, y cómo el propio punto de vista modifica y registra lo que vemos de diversas maneras. La rotación de las cámaras fotográficas que tenemos entre los del grupo es entusiasta, y al llegar ya hay varios que la hacen circular buscando registros del paisaje y detalles de forraje, plantas y aves del lugar.
Checho, quien nos ha llevado en su “chata” hasta la isla, nos da una vuelta y nos invita a subir el cerro para encontrar a las Patrancas que viven en la isla. Las Patrancas son el nombre que en esta zona le entregan a los emblemáticos Pingüinos de Humbolt, una especie de tamaño menor pero igualmente atractiva y bella como todas. Al rato encontramos a algunos cerro arriba y todos intentan tener alguna fotografía que guarde el momento.
Después de unas horas de recorrer la isla y realizar un grupo importante de registros fotográficos de la jornada, tomamos un descanso, aprovechamos de comer calafates y hablamos del posible futuro que podría tener la isla y estas Patrancas con los cambios que comienzan a ocurrir. Dentro de la conversación, uno del grupo comenta la pronta pavimentación del camino que recorre la península y la llegada de más lanchas, botes y chatas a motor; sin duda la conclusión entre todos es que si bien estos nuevos avances y cambios traerán comodidades para los traslados generales, habrá seguramente de a poco, más contaminación para animales como las Patrancas o los mismos mariscos que aun abundan por toda la costa que nos rodea a diario en este lugar.