Detif está al final de Lemuy tras un camino que se estrecha de tal manera, que el mar te rodea por ambos lados. En el mapa es la localidad que pareciera estar colgando, la más aislada del centro de la isla, y la que aún conserva orígenes Huilliches.
Detif tiene fama por el rastro indígena y por ser un lugar de cuevas de brujos, pero también, por ser uno de los lugares más bellos de la isla. Allí fuimos a pasar la noche, gracias a la generosidad de la señora Sara que nos recibió y atendió en su casa de Huiñay enseñándonos tradiciones chilotas, contándonos historias de espíritus y preparándonos exquisita comida. Almejas tras la marisca fue el plato estrella, acompañado de unas ricas papas nuevas. La sonrisa de la pequeña Naomi fue parte de nuestro viaje.
Por la noche, visitamos a la señora Isabina, fiscala de la localidad quien nos habló de la Iglesia Patrimonial y nos cantó canciones antiguas. Por la tarde tras la marisca y la comida, nos reunimos con las demás artesanas a continuar el tejido del canasto, y tras ello, visitamos Apahuen para ver una de las mejores vistas de la isla, una vista en la que tras el mar se presenta la cordillera, y con ella, el volcán Michinmahuida y el Corcovado. Dos días en Detif, de embrujo y encanto.