La señora Teresa durante la reunión del jueves con los vecinos, advirtió que “el sábado era imposible empezar a pintar el muro, pues habían anunciado lluvia en la tele”. Otro de los presentes respondió que sí en la mañana el cielo estaba despejado, nos veríamos a las diez de la mañana frente al club deportivo. Finalmente el sol apareció el sábado desde bien temprano. Partimos enseguida con dos tinajas de látex blanco al agua, tres bandejas y cinco rodillos para pintar.
Cuando llegamos, nos esperaba Don Tomás dentro de su auto a un costado del camino. Estaba vestido como un pintor de gran oficio. El muro gris estaba frente a los tres recién llegados y era una muralla de unos 250 metros cuadrados. Está recién construido y será el soporte para un mural que poco a poco iremos diseñando e interviniendo.
Hoy iniciamos la primera fase de trabajo. Debemos cubrir la superficie muy lisa y limpia de cemento con pintura blanca.
Enseguida acondicionamos el lugar y Don Tomás, advierte alzando su brazo, que los dos metros y medio de altura no son un problema. Cada uno de nosotros, con rodillo y un palo largo de madera, empieza la faena. Hacia arriba y hacia abajo, el vecino de bigotes y boina, avanza como maestro zen. Con paciencia y diligencia, vamos pintando metros y algunos vecinos se incorporan lentamente.
Aparece el joven Matías en bicicleta, con su overol azul y sus implementos listos. Le sigue el entusiasta Fredy, quien pone a disposición la casa de su hermana, en un costado, para cualquier eventualidad. Después se acercan Maximiliano, su padre Checho, Javiera González, de servicio país, la pequeñita Jennifer de doce años y el conversador Andrés.
Todos empezamos un viaje hacia la derecha del muro que iba convirtiéndose en muro blanco, con rodillos que se movían sin parar. Los autos, jinetes a caballos, verduleros, que pasaban por el camino de asfalto, nos saludaban y miraban con asombro.
Después de cinco horas ininterrumpidas y pintados de blanco como el muro, decidimos parar. La pintura se había acabado. Y la ferretería más cercana a la distancia de 25 km estaba cerrada. Apenas faltó un pedacito de muro. Quizás unos diez metros.
Luego del descanso, de la colación y de reírnos con algunos chistes, decidimos encontrarnos el próximo martes a las seis de la tarde para concluir con el muro gris.