La historia de las 4 Villas contada por sus habitantes suena distinta. Se llena de detalles y aclaraciones, se hace de carne y hueso, se vuelve tan real que emociona y estremece. Hoy hablaré por ellos, más bien, haré que ellos hablen a través de estas líneas.
Hay quince familias que iniciaron un campamento al costado del río, ese mismo río que ya no pueden visitar producto de la autopista que le han atravesado en medio. Estas familias comienzan hace muchos años atrás una dura lucha en el territorio para lograr la consecución de un lugar digno en el que vivir. A partir de un incesante batallar, logran establecer las primeras casas que erradicaban aquel campamento y es precisamente, como cuenta la señora Fresia con un orgullo y dignidad que pocas veces se ve, el comienzo de un gran camino que condujo a la construcción de la VILLA INDUSTRIAL, La VILLA 250 AÑOS, la VILLA RENACER y la VILLA SOL NACIENTE, marcadas por el esfuerzo, la tenacidad y perseverancia de muchos vecinos que, al día de hoy, llevan más de 30 años (sobre)viviendo allí.
Por estos días vemos una comunidad escéptica.
Este es el resultado de la sobre-intervención de proyectos y programas asistencialistas que, como nos manifiesta Jenny, funcionan mientras están accionando en el lugar pero que dejan un sabor amargo al terminar y no generar ningún tipo de proyección, continuidad o seguimiento. Es la sensación de ser abordados de una manera paternalista y utilitaria, de ser visitados por los parientes acomodados que traen de todo pero que no dejan nada.
Es difícil construir confianzas. Es difícil porque generamos, según ellos mismos nos cuentan, la sensación de ser una más de esas iniciativas que no los convencen ni los han convencido, que se superponen unas con otras y que luego acaban dejándolos con la sensación de vacío. Queremos que confíen en nosotros y en la visión que como residencia tenemos, queremos que nos ayuden a generar algo que vaya más allá de nuestra estadía, no un producto de un taller, no una construcción de arte que adorne un espacio abandonado; queremos construir con ellos una idea que sea tan sólida que avance sin necesidad de nosotros. Queremos que todo nazca desde ellos y que se proyecte para satisfacer las infinitas necesidades culturales que tienen.
En esta última asamblea hablamos de esto y de muchas otras cosas más. Hablamos de la infinidad de iniciativas y organizaciones culturales que no pueden surgir producto de la falta de espacios para ellos (el uso de los centros comunitarios no siempre es gratuito). Hablamos de la idea de generar un espacio que contenga todas estas manifestaciones y que les pertenezca. Para estos efectos no había más que mirar alrededor, levantar la cabeza y entender que la Escuela-Hogar en abandono en la que llevábamos a cabo esta reunión, es un edificio óptimo para llevar a cabo esta iniciativa.
La magia de la evidencia hace que los acuerdos se logren con una insospechada facilidad.
Estos fueron los que logramos establecer como carta de navegación para nuestra residencia.
Desde la historia nace la proyección en el tiempo y es aquí donde se hace carne la gran frase “Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin futuro”.
Nosotros hicimos memoria y esa memoria nos proyectó a un futuro que visualizamos próspero.
Quedan muchos trabajos por hacer, pero ya nos queda uno menos.