Desde el camino frente a la Escuela Los Coigües para adentro, harto adentro, está El Tacho. El Tacho es un raudal tranquilo y grande, parte del río Perquilauquén. Se llama el Tacho porque en ese lugar, un lugar de encanto, tiempo atrás existió un tacho lleno de oro. A este oro mucha gente quiso llegar, y todos murieron en el raudal. Es un lugar donde mucha gente se ha ido. El agua es transparente, tanto que se pueden ver las rocas y árboles caídos al fondo, a un fondo que no es nada hondo. Entre todo el verde y el sonido del agua más arriba, es un lugar hermoso, tranquilo, como perdido y para nosotros secreto.
Al Tacho fuimos hoy en auto con don Nato y su amigo Pato, además de sus nietos. Don Nato nos contó esta historia además de la historia de la mula, que río más arriba, en otro raudal, existió encantando a otros visitantes y también haciéndolos perderse. Estos lugares son parte del fundo El Durazno (hoy propiedad de la Forestal Masisa), y en el camino al Tacho don Pato nos cuenta de la casa patronal y sus ruinas, la media luna, la casa en la que él se crío cuando niño, el calvario. El pasado del Durazno está ahí en el camino, y es un pasado en el que hemos estado escarbando un poco, en su historia de expropiaciones, reubicaciones, nominaciones. Nos causa curiosidad este territorio tan vasto, tan de todos, tan de unos pocos, tan lleno de pinos y de eucaliptus en contraste con el bosque nativo.