Hay muchas formas de narrar el trabajo en residencia, ese que se hace en terreno, ese que te hace caminar por los territorios intentando sumar esfuerzos para una causa que a algunos nos parece la más importante de todas las causas en este minuto y lugar. Durante largo rato he estado pensando en la manera más clara de traspasarles las sensaciones que voy sintiendo y los pensamientos que cruzan por mi mente a cada paso y en cada decisión que se va tomando. Quizás, lo menos transferible en un par de líneas son las emociones que cada hecho, gesto y/o palabra te hace brotar. Intentaré hacer un ejercicio literario para que vivan conmigo un breve lapso de tiempo, de un trascendental día en las 4 Villas. Hoy vamos a hablar en primera persona.
Se decidió en la mesa de coordinación hacer una Minga comunitaria, una jornada de limpieza y hermoseamiento de la ex escuela-hogar, con miras a la recuperación y resignificación de este espacio como centro cultural comunitario. Se debe antes de todo, crear una convocatoria.
Partamos por definir un eslogan.
“creando un espacio para la cultura”, no hace falta explicarlo, es claro y directo.
Definimos las acciones que se llevarán a cabo:
La convocatoria es prioridad. Hay que ser claros, concisos y directos.
Hay que poner en la invitación que colaboren con cubiertos, platos, vasos y lo necesario para que la gente pueda comer de la manera más cómoda posible.
Hay que pedir también que traigan sus herramientas para que podamos avanzar en la limpieza y en la ex escuela no tenemos mucho de donde echar mano.
Luego de configurar lo que va a ofrecer y lo que va a pedir (por eso el concepto de Minga. usted obtiene, pero también entrega algo. Reciprocidad pura), hay que dedicarse a concretar.
Cuando ya está todo esto listo, hay que diseñar el volante, y una vez diseñado hay que conseguir como imprimirlo de la manera más barata posible para seguir haciendo factible esta empresa que se lleva a cabo con dificultades, pero con todas las ganas.
Una vez hecho todo lo anterior. Se sale a la calle.
Zapatillas cómodas. Puerta a puerta.
Diseñamos un mapa de recorridos. Para no perdernos. Para sistematizar un poco y no sentirnos nada a la deriva.
Obviamente las primeras cuadras las camino con una extraña sensación de vértigo y justo cuando entrego un volante y me preguntan si soy candidato a algo, uno comienza a fluir. Me detengo a escuchar a la señora que una vez que me interroga, me dice que encuentra que es una muy bonita instancia y que es muy necesario cambiar la imagen que se proyecta de las Villas. Me dice también que sus hijas no la van a ver hace tiempo por la misma estigmatización del lugar, mientras yo miro su bastón, construido con un pedazo de palo. La consuelo cuando me cuenta que se cayó. Me despido con una sensación de no haber podido hacer mucho más que abrazarla y sigo caminando y entregando volantes.
Me encuentro con don Juan Estay. El solía trabajar en los huertos de la escuela-hogar, y lamenta mucho el no haber continuado con esa iniciativa. Me dice que va a intentar asistir a la Minga, pero solo si encuentra quién lo ayude con su hija, pues la tiene que llevar a clases de clarinete a la misma hora. Lo primero que se viene a mi mente es que, de fructificar este proyecto, muy pronto podrían hacer las dos cosas en un mismo lugar, ella estudiar clarinete y el hacer sus huertos. Eso me hace sentir mejor y me da más fuerzas para continuar bajo el sol recorriendo las calles de las Villas.
Sigo caminando y promocionando nuestra Minga. Los Juegos inflables han sido hasta aquí el mejor gancho para cautivar a los niños. Esos mismos niños con lo que pensamos construir este proyecto.
Los adolescentes no se conectan mucho con la idea. Pienso en generar estrategias y perseverar. En general, todas estas pequeñas sensaciones de fracaso que me invaden cuando siento que soy incapaz de recapturar a alguno de ellos de esa desidia eterna de la esquina me hacen sentir muy decepcionado, pero a la vez me alientan a seguir. Es raro, pero así pasa. El fracaso para algunos es una especie de motor.
Justo en el momento en que las fuerzas empiezan a flaquear, aparece Rodrigo Martel del colegio Manuel Rodríguez y la tía Patricia del jardín, para pedirme volantes y distribuirlos en sus respectivos espacios. Contar con aliados es fundamental.
A casa, muy cansado.
Sigo llamando por teléfono desde ahí a los vecinos para reconfirmar asistencias. Todos me dicen que sí, que ya saben, pero yo sé que nunca es demasiado cuando se trata de algo tan importante para todos y todas.
Esperamos a los vecinos, esperamos al Alcalde, al Gobernador, a la gente del CNCA y a todos los que respondan a esta convocatoria. Hay que invitarles a comprobar en terreno lo que ha estado sucediendo durante las últimas semanas. Hay que mostrarles in situ el fenómeno. Hay cosas que no se entienden si no se ven con los propios ojos.
Ya están los aportes de tallarines. Los fondos para cocinar. Los voluntarios para la cocina.
No va a ser un día cualquiera.
Eso es lo que todos deben entender.
No es un día cualquiera, no es un lugar cualquiera, no es una idea cualquiera.
Y para entenderlo deben descubrirlo así. En primera persona.