En el primer encuentro que sostuve con la comunidad (en el reconocimiento de terreno) la inquietud general era sobre lo que se estaba perdiendo: su propia identidad, alojada en su relación con la tierra y sus costumbres, y el encontrarse como colectivo. En la segunda reunión que se sostuvo, en el inicio de la residencia, volvieron a aparecer tales asuntos, y la forma de abordarlos, propuesta por la comunidad, fue la de realizar un encuentro de tradiciones que sean identificadas como propias y compartir entre los vecinos, invitando a las autoridades comunales.
El trayecto que se ha seguido desde entonces, ha sido el de generar encuentros y mantenerlos a lo largo de la residencia, y dentro de estos encuentros, ir poco a poco, como grupo y comunidad, construyendo una identidad. Eso se manifestó, por una parte, en el trabajo sobre el diseño de la garita y en el cómo los habitantes del sector han compartido con nosotros sus relaciones con la tierra, con las herramientas y con los animales, permitiendo que nosotros mismos devengamos tierra, agua, madera, formón, caballo, árbol; ¿de qué otra forma podemos ser parte de tal comunidad si no devenimos en lo que ella deviene?
Habiendo aportado a que la comunidad se reencontrara y reencantara, el momento de la concreción del encuentro de tradiciones ocurrió. Luego de dos semanas de intenso trabajo y coordinaciones, nos reunimos en la sede a compartir distintos aspectos de la vida que esta comunidad siente que la constituye. La jornada comenzó con la preparación de las distintas cosas: acarrear materiales, instalar equipos, mover sillas, preparar la comida, organizar el espacio, etc. Después comenzó a prepararse el cordero al palo, al tiempo que en la cocina la cazuela con pantrucas hervía. Las personas comenzaron a llegar y a ocupar el espacio. Don Nato apareció con distintas herramientas que se ocupan para trabajar la tierra: distintos tipos de arado, trampas, huso, y piedras que encuentran en el estero que se asumen pehuenches; todo se instaló en un mesón a modo de exhibición.
Cuando llegó el alcalde (junto a una comisión argentina que andaba de visita) dimos inicio al evento. Don Andrés habló primero, luego el alcalde y Lucy. Se invitó a ingresar a la sala de la sede a ver algunas de las prácticas que hemos registrado con don Nato: arado con bueyes, arado con chivos, pelcha, esquila y lazear caballos. Cada video lo iba explicando don Nato. Cuando hubo terminado aquello, pasamos a las mesas afuera a comer cazuela con pantrucas, sopaipillas, chilenitos y mote con huesillos. Los más pequeños jugaban y rayaban la estructura-pizarra del paradero, los adolescentes estaban alrededor de la música y los adultos conversaban y veían los objetos sobre el mesón. Luego vino el cordero, el que fue trozado y puesto en una bandeja, y se pasó puesto por puesto para que los comensales sacaran con la mano y acompañaran con papas o tomate. Sin platos, como era antes.
Todos estábamos contentos. Hay algo que se construyó que nos dejó a todos con una sensación de satisfacción. Quizás fuera un sentido el que llenó el evento. En ese caso, ya no corresponde llamar un evento a lo que se hizo, sino un acontecimiento, un acontecimiento que creó y alojó un sentido en la comunidad de La Montaña. Mantenerse fiel a tal acontecimiento, depende de todos nosotros.