Domingo a las 2 de la tarde. Vamos a salir a recorrer hacia el Norte. Quiero reconocer el territorio y como punto de partida, ubicar los sitios afectados por la contaminación que ha generado la actividad minera en la zona. Estoy en busca de lugares para el trabajo de registro documental con los chicos de Liceo Politécnico.
Taltal descansa sobre una pequeña meseta, rodeada de cerros y mar. Desde los inicios de la explotación del salitre han ido aumentando las acumulaciones de desechos minerales y químicos. Es una zona rica en recursos que hoy se dedica a la pequeña minería y cada vez menos, a la pesca. Primero fue el salitre, luego el cobre y ahora también se explotan otros derivados del salitre. También han llegado las empresas de energía. Las faenas mineras activas y en desuso rodean la ciudad y algunas tortas de relave llegan hasta la playa mientras otras han sido aplanadas para construir sobre ellas, porque la ciudad se ha expandido hacia el norte.
Vamos subiendo por la cuesta hacia el Mirador de Paposo. Saliendo de la carretera, el camino de tierra va por una quebrada repleta de vegetación producto del agua que deja la camanchaca por las mañanas y la exposición al sol. Estamos en primavera y aquí se manifiesta el desierto florido de forma escandalosa. Junto a cactáseas de 300 años se asoman flores de azules, amarillos y violetas intensos, compitiendo duramente por la polinización. Por el camino se cruzan los zorros y pájaros. Llegamos a la cima desde donde se ve el borde costero hasta Taltal, las formaciones rocosas, las quebradas, los relaves, la planta termoeléctrica. En silencio empezamos a escuchar como sale el viento y comienzan a moverse las nubes hacia los cerros. En menos de 15 minutos cambia el paisaje.
Caminamos de vuelta a la camioneta. Volvemos bordeando la costa. Hace frío y el sol ya se puso, pero entre las 7 y las 9 de la noche, el aire se pone pone cálido: la tierra se acomoda.