BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Videografías de extracción: Arqueología visual de Taltal / Paposo Taltal - Paposo, Antofagasta - 2016 Residente: Claudia del Fierro Gallegos
Publicado: 15 de noviembre de 2016
Reinas

– Aquí en Prat por Esmeralda quedaba la conservera!

-Ahí donde estaba la pesquera – agrega Silvia

-Yo trabajé de destapador ahí…- interrumpe Antonio

-Nosotros nunca pelamos pescado, los hombres pelaban pescado- dice Silvia

-Ahí el pescado no se pelaba – contradice Antonio- yo le voy a decir por qué: las “Chamayas” que les llamaban limpiaban las sardinas, les sacaban la cabeza. Ahí las lavaban con sal, en un estanque, y de ahí las poniendo en unas parrillas. Ahí los juntaban para echarlos a los cocedores. Si yo hice todas esas pegas.

-Chamayas, ese era el nombre que tenían, si en Iquique igual les decían Chamayas- afirma Bersabeth.

En una casa baja cerca del cerro de la Virgen encontramos la sede del Club Renacer, al lado del Club Carlos Nuñez para Hipertensos. Nos reciben Bersabeth y su madre, quienes llegan temprano los lunes y viernes para abrir la puerta. Es el segundo encuentro con el grupo, que hace unos 15 años se junta dos veces por semanas a compartir. Hacen talleres, paseos y proyectos. Es una salida necesaria para muchas mujeres que son jubiladas o viudas; punto de reunión y conversación para animar las calurosas tardes Taltalinas.

-Antes había mucha plata en Taltal. Se sacaba oro.

-Los fines de semana íbamos a la matiné y a tomar helados al Capri.

-Al Club de Taltal no podía entrar cualquiera, solo las señoras elegantes, bien elegantes todos.

En esta visita he propuesto un mapeo colectivo con el Club. Me acompaña Esteban que las conoce de antes por otros proyectos. La idea es trazar lugares en Taltal que son importantes en sus vidas, y que nos ayuden a configurar la historia del ultimo medio siglo en la ciudad. Muchas de las mujeres del club son hijas de priquineros o pescadores. Algunas nacieron en las minas o en las oficinas salitreras y migraron a Taltal cuando terminaron de cerrarse las salitreras, algunas en los años cincuenta. Otras acompañaron a sus maridos buscando pirquenes hasta que los niños tuvieron que entrar a la escuela.

La conversación se anima.

-El Casablanca, el Piojo, el Luna Azul, ese estaba en San Martín pa´ arriba. Los Angeles de Charlie, en San Martín con Ramírez. La Gallina Negra, la Iquiqueña. Y esa señora, la Berta, donde los mineros iban a tomar, que era como un clandestino… – Sentados alrededor de la mesa recuerdan el desaparecido barrio rojo, que en su época de auge se llenaba de mineros que bajaban recién pagados y a veces cerraban los burdeles durante meses. Antonio, el único hombre presente se luce contando historias de los bares antiguos de Taltal.

Son las 5 y comienzan a llegar más señoras. Es la hora de once y despejamos la mesa para hacer una pausa. Llega Ivo y nos presentamos una vez más. Explicamos la actividad de mapeo a las que llegaron después. Mientras armamos platos con galletas y queques me entero que hoy es la coronación de la reina del Club, que irá a un concurso en Antofagasta. La Charito, ahora bautizada como Hilda Primera de Renacer trae un vestido floreado y se acomoda a la cabecera junto a Antonio, su Rey Feo. Seguimos conversando mientras comemos y esperamos la llegada de los reporteros. Llega el fotógrafo local y se procede con la coronación. Es un momento solemne. Se entregan regalos a la Reina y se hacen los retratos. Todas se han vestido elegantes. Cada una pasa frente a la cámara y comienzan las presentaciones.  La reina abre la segunda parte con un sentido agradecimiento. – Soy Chillaneja. Vine a Taltal por dos meses a trabajar y me quedé 35 años- dice emocionada. Sigue Silvia, la presidenta del Club: – Me casé con un profesor normalista de Taltal. Para el 73 pasaron muchas cosas y tuvimos que venirnos rápido. Me tincó Taltal. Me vine así no más y Taltal me ha dado todo lo que tengo. Yo no soy Taltalina, pero tengo un hijo nacido acá, un Changuito.  Lastenia está un poco cansada, pero canta una canción. Inventamos una caña para el micrófono con un palo de escoba. El audio sale perfecto. Aplausos cariñosos. Una a una las Renacer van contando su historia. Nos pasamos un buen rato y se hace tarde. Todo el mundo tiene algo que contar. Cerramos la sesión llenas de aplausos y quedamos para una próxima sesión. Somos bienvenidos para volver.

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