A las cuatro de la tarde acordamos reunirnos en el club deportivo. Había que limpiar, organizar, colocar las sillas, recibir a Felipe, el encargado del audio de la Municipalidad, poner las mesas para el banquete, los dibujos y acuarelas que los niños hicieron durante el laboratorio, y también estarían, sobre el muro de ladrillos blanco, al interior del club, algunas fotografías del proceso de residencia. Velas en algunos huecos respiradores del muro e hicimos con papel kraft cartuchos y en el interior velas. Paralelamente el pizarrón era intervenido con tizas de colores para anunciar el lanzamiento.
Habían llegado algunos vecinos, Pedro, Checho, Gianina, Vianca, Marcia, Andrés, Marcelo, cada uno teníamos una escobilla de palmera, como de un metro cincuenta de largo y a barrer. Había música y un gran espíritu curioso por el libro. Las muchachas de zumba harían su rutina habitual de una hora, mientras seguían los preparativos. Decidimos poner las sillas en semicírculos, no subirnos la plataforma como escenario, todos estaríamos más cerca y a la misma altura. El Juanca y Marcelo fueron a buscar la coctelería. Iba cogiendo forma de velada aquel espacio.
Algunos vecinos, llegaron muy arreglados y bien temprano. En la entrada estaban Marcia y Javiera entregando a cada invitado un sobre con las postales. Habíamos decidido, en conjunto, entregar a cada vecino que participó directamente en el proceso, un libro. Así, como a los niños del laboratorio, cuyos trabajos también son contenido. El resto de los vecinos interesados, debía inscribirse durante la actividad y recibirían el libro en la semana entrante, las muchachas de Servicio País se encargarían. Ya casi todo estaba listo. Eran pasada las ocho de la noche, y habían llegado cerca de cien vecinos. Durante el desarrollo aparecieron más. La animadora invitaba a los presentes para comenzar el lanzamiento.
El programa trascurrió tal como lo coordinamos con la comunidad. Solamente un bombillo de gran potencia demoró como media hora encender. Pero estaban las velas, luces secundarias y los muchachos alumbrando el texto, mientras, Matías o Pamela leían lo suyo. Los vecinos aplaudían después de cada lectura. Todos estaban atentos y comenzamos a llamar micrófono en mano a los autores editores vecinos del libro, los aplausos se escuchaban cada vez más fuerte. Unas cincuenta personas recibieron el libro creado en conjunto. Había emoción y los aplausos se escuchaban otra vez. Los niños también estaban.
Una hora después el tiempo era para compartir un sencillo y delicioso banquete. Enseguida soltamos cámaras, micrófonos y a servir. Fue una fiesta, y los vecinos seguían atentos a la exposición que habíamos preparado con fotografías y acuarelas. La mamá de Máximo y Martina pidió la foto donde estaban juntos durante una sesión del laboratorio. La mamá de Amalia también. Había felicidad y regocijo. Muchas caras sonrientes y satisfechas, agradecidas. Como había dicho, uno de los presentes durante la actividad: el mural, el libro, el cine, el pizarrón y el laboratorio, lo hicieron ustedes, los vecinos de San José. Gracias, el aprendizaje fue mutuo.